El interés por hacerse con una vivienda en Baleares, coincidiendo con el boom de los lucrativos alquileres turísticos, queda perfectamente reflejado en el dato facilitado ayer por el Instituto Nacional de Estadística: durante los ocho primeros meses del año se han comprado en las islas 9.305 residencias, lo que supone un ritmo de crecimiento del 36,1% respecto al mismo periodo del año anterior. Esta cifra es incluso superior a la que se registró en 2008, cuando la burbuja inmobiliaria ya daba claras señales de desinflarse pero cuando todavía la crisis no había dado sus zarpazos más duros.

El informe del INE pone en evidencia dos fenómenos que se registran actualmente en el mercado inmobiliario balear. Uno es la adquisición como inversión de un importante número de viviendas para su posterior incorporación al mercado del alquiler o como segunda residencia, a la vista del intenso aumento de las ventas. El segundo, que la promoción de nuevas residencias está bajo mínimos, lo que está obligando a los isleños y extranjeros a recurrir al mercado de segunda mano: de las 9.305 compradas entre enero y agosto, 7.238 eran usadas y solo 2.067 de reciente edificación. El efecto más directo, según se señala en el sector, es el más que apreciable encarecimiento que se está dando en la vivienda de segunda mano, especialmente apreciable en las zonas de litoral y en las barriadas de Palma con mayor demanda extranjera.

La evolución que se ha registrado en el mercado inmobiliario refleja perfectamente este 'recalentamiento' de la vivienda usada, ya que es la que ha soportado todo el crecimiento de la demanda, especialmente intenso durante el presente año.

En concreto, durante los primeros ocho meses de 2013 se adquirieron en las islas 2.507 viviendas nuevas, en 2014 se alcanzaron 2.531, en 2015 se bajó hasta las 1.511, y durante este año se ha llegado a las 2.067, lo que refleja una cierta estabilidad.

¿Y que ha pasado con las de segunda mano? La evolución es radicalmente diferente. Entre enero y agosto de 2013 se compraron en el archipiélago 2.755 inmuebles usados, en 2014 se llegó a los 3.571, en 2015 se creció hasta los 5.321, y durante ese periodo de este año se han contabilizado 7.238. Es decir, en solo tres años, el aumento ha superado el 160%.

Eso supone además la ruptura del equilibrio previo entre la vivienda nueva y la usada. Durante los primeros ocho meses de 2008 se compraron en las islas 8.879 inmuebles residenciales, una cifra que queda por debajo, pero a no demasiada distancia, de la de este año. La diferencia radica en que en el primero de esos ejercicios 4.836 eran propiedades de nueva construcción y 4.043 de segunda mano. En 2007, todavía en plena burbuja inmobiliaria, la cifra de viviendas compradas en ese periodo fue de 14.944, de las que 7.068 eran nuevas y 7.876 usadas.

El factor precio

Hay otro elemento a tener en cuenta y que caracteriza la compraventa de residencias de nueva construcción en el archipiélago: su precio. Según se reconoce desde la asociación empresarial de promotores de Balears, en este momento los nuevos proyectos que se están ejecutando son de inmuebles con valores que en la mayoría de los casos superan con creces los 300.000 euros y que están diseñados pensando en la demanda extranjera y en la local de alto poder adquisitivo. Porque para la mayoría de las familias de las islas, superar los 200.000 euros por una primera residencia pone a ésta fuera del alcance de sus bolsillos.

Hay que recordar que tanto las empresas promotoras como también los compradores potenciales han tenido muchos problemas durante los últimos años para obtener financiación por parte de las entidades bancarias, ante el objetivo de éstas de reducir su excesiva exposición al 'ladrillo' y de rebajar el stock de inmuebles que acumularon durante los años de la crisis.

Eso ha volcado la demanda de las familias isleñas hacia la segunda mano, pero coincidiendo también con muchos extranjeros que se han decantado por los inmuebles usados para contar con una segunda residencia en las islas (la barriada palmesana de Santa Catalina es un ejemplo), impulsando sus precios hacia arriba. Y los residentes que han optado finalmente por el alquiler han coincidido también con su boom turístico, haciendo que el proceso inflacionario alcance a toda la cadena residencial.