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Análisis: Obstinación juvenil hasta el final

Análisis: Obstinación juvenil hasta el final

Los seis acusados de un delito contra la libertad de culto al interrumpir, de manera abrupta, una misa en la iglesia de Sant Miquel de Palma se han empecinado en seguir hasta el final en su error: la creencia de que todo vale a la hora de sostener una postura político-social.

Los encausados piensan que sus derechos a la libertad de expresión o a participar en el debate político son superiores al derecho de un grupo de católicos a participar en la celebración más sagrada para su credo. Crasa equivocación.

La entrada, con pancartas, gritos y consignas, en Sant Miquel no fue un calentón tras una manifestación a favor del aborto libre por el centro de Palma. Fue una acción premeditada y claramente propagandística, como demuestra el hecho de que los propios manifestantes grabaran el incidente y lo difundieran por internet.

Los hechos son de manual y es muy probable que las cuatro chicas y los dos chicos que fueron identificados por la Policía (hubo más participantes, pero no están acusados) acaben condenados. El Obispado, que probablemente rebaje hoy su petición de cuatro años de cárcel para cada encausado, ha hecho lo imposible para que no hubiera juicio, pero los jóvenes, sus asesores y su entorno se han negado a un acuerdo.

Tan solo tenían que haber admitido que fue un desacierto su acción en el céntrico templo, pero les ha podido más su afán de pasar por mártires de un inexistente complot policial, judicial y eclesial.

Nadie persigue a los implicados por sus ideas: están en el banquillo porque se han comportado como unos radicales que no respetan los derechos ajenos.

Es triste que a estas alturas de la Democracia en España existan personas que no tienen claros los conceptos tolerancia y libertad y los límites en el ejercicio de los derechos fundamentales.

Quizás los acusados, dentro de unos años, vean esta historia de otra forma.

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