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Opinión

El PP ya tiene líder, Francina Armengol

La presidenta "insistirá a los empresarios para que mejoren las condiciones de sus trabajadores", ha creado la ecotasa para "la oferta turística", despacha la saturación de visitantes reclamando "equilibrio" y detecta "algunos problemas de suministro de agua"

La presidenta de Balears, en el momento de curar la orfandad de la derecha mediante el sacrificio radical de encabezarla.

El mayor éxito político de Francina Armengol consiste en la necesidad de vencer la tentación de escribir Francina a secas, cada vez que surge su nombre. La familiaridad es la primera victoria de un político sobre sus gobernados. Por eso mismo, a la primera presidenta de Balears no le cuadra el idioma tecnocratés que desplegó ayer en el Parlament. Requiere la proximidad para ser perdonada.

Francina, perdón, Armengol, se ha quedado sola. Con un PP descabezado, la presidenta solo podía debatir consigo misma. Existía el riesgo de que en su discurso interpretara todos los papeles, pero optó por una vía radical. Curó de la orfandad a la derecha mediante el sacrificio brutal de encabezarla. Los populares ya tienen una líder, y vuelven a habitar en el Consolat.

Por supuesto, es injusto concluir que Armengol (Francina) se limitó a leer un discurso pulcramente conservador. En realidad, se situó a la derecha del PP. Halagó zalamera a sus antes rivales, "la oposición ha contribuido al cambio". Dispensó un tono admonitorio hacia los izquierdistas que un día capitaneaba. La nueva líder de los populares "insistirá a los empresarios para que mejoren las condiciones de sus trabajadores". ¿Insistir es el verbo adecuado para un Govern de Podemos, cuando hasta el PP más rancio podría firmar esta insistencia baldía?

La autocomplacencia injustificada de Francina o Armengol, porque los presidents no cometen errores, duele menos que su "insistirá" por caridad, su sumisión al implorar las migajas de un pastel turístico desigualmente repartido. Defiende una ecotasa "para mejorar la oferta turística". Es decir, un impuesto al servicio de los hoteleros que acaban de denunciarlo ante los tribunales. No solo traiciona el ideario del impuesto, sino que lo dona graciosamente. Sería un sarcasmo, si no habláramos de la nueva lideresa de la derecha.

Ni el PP se atrevería a leer algunos fragmentos del discurso de Francina y Armengol, pero hay que "insistir". Despachó el colapso, que ha convertido a toda Balears en una planta industrial turística, en escasas líneas nada conflictivas. Contra la saturación que no reconoce, una apelación al "equilibrio", un término de asesora conyugal. Y en un alarde de paternalismo, toma como rehenes a las camareras de pisos de un hotel determinado, que han visto mínimamente prestigiada su labor. En la comunidad hay miles de establecimientos hoteleros.

Se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa. Armengol fue prosaica en su lectura cansina, en cámara lenta, más atenta a la corrección gramatical que al contenido. El aturdimiento de la audiencia no justifica las trampas que le tendió la presidenta. Por ejemplo, cuando admite a lo sumo "algunos problemas de suministro" de agua. Puede repasar el excelente reportaje de TV3 sobre la sequía mallorquina, que sus ecosoberanistas se niegan a admitir para que siga creciendo el número de turistas. A continuación, enmascara las instalaciones hídricas para favorecer la saturación, con escuelas y centros de salud. Los famosos escudos humanos, como presumir de las tres mil becas de comedor sin precisar que se van a colegios concertados, desprotegiendo a familias más necesitadas.

La izquierda insiste en congraciarse con quienes nunca la votarán. En sintonía con su conseller de Turismo de Alquiler, Biel Barceló, tampoco Armengol se atrevió a sugerir ni un cambio de modelo. La nueva campeona del eufemismo no habla de pisos ilegales, sino "al margen de la regulación". Es una expresión que la nueva líder del PP también puede aplicar a la corrupción, como en "Matas está al margen de la regulación".

Francina de Armengol iba vestida de peruana (sí, también he comentado durante treinta años la indumentaria de los presidents varones). Se atribuyó la reducción del paro, aunque no todavía la liquidación de ISIS. Desempolvó Son Dureta, un rasgo que desmiente a quienes sostienen que los autores de discursos presidenciales carecen de sentido del humor.

El único dato fehaciente respecto a Son Dureta es que fue cerrado por el anterior pacto de progreso, en el que Armengol ocupaba una posición dirigente. El anuncio de la reapertura como hospital de baja intensidad ni siquiera repara el daño, sino que remata la burla. Desempolvar Son Dureta, que continuará deshabitado dentro de un año y de dos, verifica únicamente la lacerante falta de imaginación del Govern.

Armengol gobierna Balears con 14 o 15 diputados, con la mayoría del Parlament en treinta. Luce por tanto la sonrisa del pánico, la convicción de que depende más de la bondad de sus socios que de sus propios méritos. Gracias a Dios, cabría añadir ahora que se ha incorporado sin complejos a la derecha católica. Afronta el problema que todo gobernante desearía gestionar, un exceso de turistas, y lo resuelve descargando la maldición sobre sus fatigados nativos.

La presidenta ahora del PP no suscitó ni un solo aplauso en condiciones. Los bancos de la izquierda se mostraban estupefactos ante la mutación ideológica, en la derecha no acababan de creerse la milagrosa conversión. Armengol no consiguió que la escucharan ni Xelo Huertas ni Vicenç Thomàs. La presidenta y vicepresidente de la cámara podrían haber simulado un mínimo interés por un discurso nada interesante.

Cuando se menciona la fibra óptica desde la tribuna del Parlament, debería abrirse un foso que se tragara al orador falto de recursos. Con Armengol todavía no funcionó el artilugio, que hubiera ahorrado un tramo de su sermón contemplativo de derechas. Su antaño correligionario Andreu Alcover puntuó con un 9 al Govern en ejercicio, la ecosoberanista Bel Busquets lo rebajó hasta un autocrítico 7,5. Que Dios les conserve la vista, y que mientras tanto preparen la mudanza para 2019. Al ejecutivo autonómico solo puede salvarlo un ataque desaforado de la Junta Hotelera, que está en ello. Cobrando, claro.

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