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Entrevista

Elisabeth Viñolas: "Operas con el corazón parado para que un latido no te desbarate un punto"

"Bonnín es un ser que vive en su mundo pero que crea uno paralelo para que sus pacientes estén a gusto"

La enfermera Elisabeth Viñolas, en un quirófano junto a la maquinaria que maneja. Diario de Mallorca

-¿Cuándo llego a Mallorca?

El ocho de diciembre de 1988.

-¿Cómo es que recuerda tan bien una fecha tan lejana?

-Porque era la Purísima, que se celebraba mucho en mi pueblo natal, y porque estaba huyendo hacia adelante consciente de que iban a ser las primeras Navidades que pasaría sola. Llegué en barco después de una travesía infernal en la que pillé una tormenta de diciembre. Ya en la isla, tenía que ir a Consell y acabé en Felanitx.

-Prometedor comienzo. ¿A qué había venido?

-Era enfermera y había venido a trabajar en quirófanos en la Policlínica Miramar. Desde 1988 hasta 1992 estuve trabajando en los quirófanos centrales, en los que por aquel entonces se intervenían patologías de todas las especialidades: Vascular, neuro, digestivo, traumatología, cirugía pediátrica...

-¿Qué recuerda de esos tiempos?

-Que a los baleares a los que había que operar del corazón había que derivarlos a hospitales de Madrid y Barcelona porque aquí no existía la especialidad. Por eso un cardiólogo de la Miramar, el doctor Triola, medió para que Oriol Bonnín, conocido suyo, viniera a las islas a operar. Pero antes tenían que formar a alguien para que manejase la bomba de circulación extracorpórea que precisan estas intervenciones.

-Y ahí entra usted.

-Sí. A la Miramar le salía más rentable que me formara yo en Barcelona, donde tenía amigos y conocidos y el desplazamiento le ocasionaría menos gastos. Me formé como perfusionista en el centro quirúrgico de Sant Jordi de Barcelona. Me marché el 28 de abril de 1992 y regresé en septiembre de ese mismo año, ya como perfusionista.

-Explíqueme lo más sencillamente posible en que consiste el trabajo de una perfusionista.

-Para reparar cualquier coronaria o cambiar una válvula del corazón es preciso hacerlo con el corazón parado, para evitar que un latido te desbarate un punto. A través de una cánula derivas la sangre del cuerpo a una máquina que la oxigena y la vuelve a mandar al organismo con el objetivo de que la sangre siga llegando a los órganos. El trabajo de la perfusionista consiste en manejar esta máquina durante toda la operación, aunque no es aconsejable que la circulación sanguínea se realice así durante más de cuatro horas.

-Y con el título de perfusionista en la mano participó en la primera operación de corazón que se hizo en esta Comunidad...

-Sí. No me acuerdo muy bien de la fecha. Creo que fue el 27 o el 29 de septiembre (en realidad se hizo el día 22 de ese mismo mes). Recuerdo al paciente, Bienvenido (López, un policía nacional de 56 años), al que le hicimos un bypass coronario y quedó encantado de la vida.

“Al paciente, Bienvenido, le hicimos un ‘bypass’ coronario y quedó encantado de la vida”

-¿Qué recuerda de esa intervención histórica?

-Estaba tan metida en mi labor de oxigenar la sangre que prácticamente no recuerdo nada. Tan solo me acuerdo de la sensación mágica que tenía tras la operación. A pesar de no haber sido madre, tenía la misma sensación que creo que sienten las mujeres tras haber alumbrado a su hijo con tremendos dolores y descansan tras el parto con su hijo recién nacido en sus brazos. Con esa sensación mágica de cómo la tecnología puede ser tan formidable y pasar de la línea del electro plana, en una parada cardiaca controlada, a que el corazón volviera a latir con normalidad.

-Todavía sigue en activo tras una larga carrera, ¿recuerda cuál fue su momento más complicado?

-Cuando se me quedó un paciente sobre la mesa de operaciones y tuve que parar la bomba con una sensación de vacío e impotencia difícil de explicar.

-¿Y el más gratificante?

-He tenido mogollón de momentos gratificantes, uno por cada paciente que ha superado sus problemas y te viene a ver. Operábamos a niños de 2, 3 y 4 años y hasta que cumplían la mayoría de edad te invitaban a sus comuniones, a sus confirmaciones, cuando entraban en su primer equipo de baloncesto... O aquella niña que había operado que vino a comunicarme que estaba embarazada. Han sido muchos momentos buenos.

-¿Y qué recuerdos guarda del doctor Bonnín?

-A Oriol Bonnín yo ya lo conocía desde Barcelona porque me había dado clases del curso de quirófano que realicé como enfermera. El doctor Bonnín es como todas las personas que se desviven por lo que hacen y son personalidades muy peculiares. Son seres que viven en su mundo pero que al mismo tiempo saben crear un mundo paralelo para que sus pacientes estén a gusto. Son como esos cometas que a veces surcan los cielos. Son preciosos, pero nunca los puedes alcanzar del todo.

-¿Por qué no se fue con él cuando le encargaron montar el servicio de cirugía cardiaca público en el hospital de Son Dureta?

-Porque por aquel entonces yo era una joven rebelde sin causa, a lo James Dean pero en chica, que no sabía estarme callada. Y decidí continuar en la Miramar.

-Todavía continúa operando, ¿hasta cuándo va a continuar?

-Hasta los 67 años (risas). Todavía tengo una hipoteca que pagar, a no ser que decida no hacerlo y me enfrente al banco. Ahora tengo 56 años y hasta los 60 o 62 seguiré en los quirófanos.

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