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Opinión

El palacete implica a la 'jet' mallorquina

El palacete implica a la 'jet' mallorquina

Cuatro hombres disputan una partida de pádel en Marivent, de la que arrancarían negocios inconfesables. Tres de los jugadores admiten sin problemas la celebración del encuentro deportivo, y uno de ellos lo niega con vehemencia. ¿Adivinan de quién se trata? En efecto, regresa Jaume Matas con todos los deshonores, en otra remesa de piezas corruptas desgajadas del tronco ubérrimo del Palma Arena.

En vísperas electorales, Matas creó un palacete a su imagen y semejanza. Cambió el sol de Cas Català por la Palma rancia, necesitaba fingir que entroncaba con la aristocracia. En la carambola inmobiliaria embarcó a su familia al completo y a lo más granado de la jet local. Corrompía todo lo que tocaba, aunque la mayoría de sus compinches fueron fáciles de persuadir. Ahora se reencontrarán en el banquillo, y descargarán sobre su mentor bajo el paraguas de la obediencia indebida.

Los arquitectos de costumbre ya condenados previamente, el decorador, la inquilina Aina Castillo que además era consellera y enviada especial para ablandar a testigos incómodos, el amigo deshuesado Bartomeu Reus que ejercía de propietario fantasma del piso de Madrid. Solo falta el abogado que escuchó la frase terrible, "si yo entro en la cárcel, tú vendrás detrás". Los dry martinis se sirven hoy enlutados y a media asta en Palma. José Castro ha golpeado al núcleo de la alta sociedad mallorquina, que se enriquecía burdamente bajo pretensiones de ejemplaridad.

En este triángulo de las Bermudas inmobiliario con vértices en la calle de San Felio, en Madrid y en la Colònia de Sant Jordi, hay que reservar un homenaje financiero. Enhorabuena al banco que concedió un crédito hipotecario a largo plazo a una octogenaria. La confianza en la salud de hierro de los clientes es la base del negocio bancario.

Durante el escándalo del Túnel de Sóller, escribíamos con profusión sobre "la ingeniera financiera" en la atomización de los sobornos, porque el término otorgaba prestancia a las informaciones. Hasta que un lector telefoneó a la redacción:

-Por favor, dejen de hablar de ingeniería financiera, que es una cosa muy seria cuando ustedes están describiendo una chapuza impresentable.

Produce cierto consuelo establecer que el policondenado Matas fue más chapucero que corrupto. Se compra un palacete millonario y, al ser descubierto, firma una carta en que lo tasa como un pisito de protección oficial. Entrega a los periodistas una declaración de la renta donde deja al descubierto su tren de vida inasumible, que le obliga a declararse evasor fiscal a gran escala delante de Castro.

Hay más chapucería que ingeniería en la imagen de la esposa de Matas comprando con billetes de quinientos euros, que portaba una amiga de máxima confianza para disimular la procedencia. O en un cuñado, siempre el cuñado, que presumía en la comunidad valenciana de que el president lo había enchufado en Mallorca.

La contrapartida consistía en que el cuñado Fernando Areal, también condenado, pagara en la sede del PP mediante sobres los gastos de reforma del palacete. Mientras tanto, la concuñada recibía el encargo de una dirección general del Govern, por sus méritos nunca suficientemente apreciados.

Siempre pedagógico, Castro publica sus autos coincidiendo con la investidura de Rajoy. Aclara así de qué se habla cuando se habla de la corrupción del PP. Sin embargo, no conviene precipitarse al recurrir al término infamante.

Gracias al pacto de Albert Rivera con Rajoy, el rosario de delitos de prevaricación, malversación o incluso blanqueo desaparece del catálogo de actividades corruptas con dimisión inmediata, para entrar en el apartado de beneficencia. En la regeneración sin calorías prefabricada por Ciudadanos, ya solo el genocidio se considerará delito. Leve.

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