Cada rama de la náutica es un mundo. Y hay muchas ramas. Todo un bosque de ellas, desde astilleros de reparación hasta empresas de alquiler de barcos, auxiliares de servicios a bordo o puertos y marinas de distinto tipo. Ayer la presidenta pude ver todo el bosque, en el que también hay piratas. Lo denunciaba por ejemplo José María Jiménez, el líder de los barcos de chárter, un grupo dentro del que operan cientos de veleros de forma legal (solo en Palma hay 140) y muchos más de forma ilegal. Y ese el problema, los piratas que aprovechan el tirón de Mallorca para, sin pagar impuestos ni registrarse como empresas, llenar el cofre del tesoro. "Son muchísimos, pero eso es algo que no depende tanto del Govern balear como del Gobierno central", resume Jiménez, que detallaba que los veleros, que "son el 99% de la actividad en Mallorca", sufren problemas, pero este año está siendo aún peor en islas como Eivissa, con barcos chárter a motor: "Nos cuentan que por cada barco legal están operando tres piratas", denunciaba. Lleva años haciéndolo, pero la piratería no ha encontrado aún quien la frene. Y menos con la demanda de náutica creciendo de nuevo.