Mallorca urbaniza cada año en primera línea de costa el equivalente a 217 campos de fútbol. Algo así como construir junto al mar cada año 68 centros comerciales del tamaño de Festival Park, por citar uno de los más famosos. Y es así al menos desde el año 1987. Lo documenta un informe del Observatorio de la Sostenibilidad, un colectivo de investigadores y profesionales compuesto por geógrafos, geólogos, economistas, sociólogos, ingenieros y arquitectos, que han analizado la evolución de la franja litoral española entre 1987 y 2011. Para ello toman datos inéditos del Instituto Geográfico Nacional, que actualiza sus registros periódicamente con fotografías aéreas. Las conclusiones confirman lo que destacados científicos de la comunidad ecologista llevan destacando en Mallorca desde hace dos decenios: la costa mediterránea española crece por la senda de lo insostenible. Y a un ritmo feroz: en 24 años, la franja con los dos kilómetros más cercanos al mar ha visto cómo la hormigonera y el ladrillo aumentaban un 42% la superficie urbanizada.

Eso en el conjunto del Estado. En Balears es un poco peor: lo artificial ha crecido un 43% en los dos kilómetros más próximos al mar, un porcentaje que se dispara al 49% de incremento si se abre el análisis a diez kilómetros de franja costera. A la luz de los datos, los científicos dibujan varios escenarios. El más preocupante es el que marca la tendencia actual: si se sigue urbanizando a este ritmo, sin aplicar al modelo más que "los cambios cosméticos" de los últimos treinta años, el litoral acabará construido por completo. "Es un futuro insostenible, aún más por el aumento de los riesgos (tormentas, inundaciones, galernas, pérdida de playas) asociados al cambio climático", alertan.

Así que toca reflexionar, dicen, sobre todo en entornos tan vulnerables como el archipiélago balear. Las islas disponen 1.428 kilómetros de costa, de los que 205 estaban ya sembrados de construcciones en 1987. Ahora ya están edificados 260 kilómetros de primerísima línea (a menos de 500 metros del mar). Algo así como si en Mallorca hubiera una ciudad costera constante a ambas orillas de la carretera entre Palma y el cabo de Formentor. La piqueta humana va así triturando 2,3 kilómetros de costa al año, como si devorará una playa del tamaño de Sa Rápita cada doce meses.

Más detalles: si se toma la superficie de esa primera franja de 500 metros, el 16,7% estaba edificado en 1987, mancha de ladrillo y cemento que llega al 22% en la medición más reciente. ¿Feo? Sí, pero más feo luce el resto del litoral mediterráneo, con un 37% de la costa construida. Y algo similar ocurre si se abre más el foco, para observar lo ocurrido en una tira costera más ancha, la que ocupa los dos kilómetros más próximos al mar. En ese caso, el 9% era presa del ladrillo y la expansión humana en 1987, que ahora ya se ha apropiado del 13% del territorio. Eso supone pasar de 12.000 hectáreas construidas a más de 17.000, a razón de 217 hectáreas consumidas al año, esos más de doscientos campos de futbol deglutidos cada doce meses que figuran en el título de estas líneas.

En 20 años como en 20 siglos

Si la franja de análisis se extiende hasta los 10 kilómetros más cercanos al mar las conclusiones también son preocupantes, explican en el Observatorio: "Hemos pasado de cerca de 250.000 hectáreas urbanizadas (en toda España) en 1987 a casi 400.000 en 2011, que es aproximadamente la superficie total de Mallorca e Eivissa juntas", comparan. Eso, trasladado a Balears, supone que las islas están urbanizando cada año 356 hectáreas adicionales, algo así como construir cien centros comerciales del tamaño del Festival Park. Cada año. Aunque hay una comparación aún más odiosa: los técnicos del Observatorio de Sostenibilidad detallan que la destrucción de la naturaleza costera en los últimos 24 años es similar a la que se produjo en los veinte siglos anteriores.

¿Mucho? Demasiado, advierten los científicos, que le ponen fecha de saturación absoluta a la costa: o se corrige el rumbo de forma drástica, o el litoral español tardará 251 años en estar cubierto de edificios por completo. 251 años. Sólo, añaden los científicos, que insisten en que la ocupación actual se ha producido en apenas cuatro décadas, no en los 2.000 años anteriores. En el caso balear, el horizonte es más amplio: los 500 metros más próximos al agua tardarían a este ritmo otros 507 años en ser devorados.

Y eso no deja de ser curioso. Pese a que la ocupación en general es menor en Balears que en el resto del litoral mediterráneo, el concepto que se utiliza en la mayoría de estudios sobre urbanización litoral para describir los excesos es el de "balearización del territorio". ¿Por qué? Los datos ayudan a entenderlo: porque las islas fueron las primeras que empezaron a protegerse de la urbanización, precisamente porque nadie empezó antes que los baleares a comerse su primera línea de costa a grandes bocados.

Toca así hablar de turismo, la gran causa de aceleración de las piquetas, y el negocio que explica los miles de millones de euros que han llevado a una transformación tan rápida del litoral, desde los años sesenta del siglo pasado hasta hoy. Porque la expansión continúa: ahí tienen las ampliaciones de centros comerciales como el del Coll den Rabassa, o el nuevo espacio previsto en Platja de Palma, o las grúas que se ven por doquier en puntos como Cala Llamp, el Toro, Portocristo, Son Serra o Pollença, salpicando de gris cemento y rojo ladrillo zonas antes no urbanizadas del litoral mallorquín.

El resultado es que la población costera sigue creciendo a ritmo desbocado en la franja litoral. También de esto tienen datos en el Observatorio de la Sostenibilidad, que en realidad habla más bien de insostenibilidad: la cifra de habitantes de la franja costera balear ha crecido un 56% en solo 25 años. Y eso sin contar a los turistas que hacen que la población se duplique en este mes de agosto, en el que la isla insostenible ha alcanzado su máximo histórico de personas conviviendo al mismo tiempo, casi 1,5 millones de almas, un turista por cada residente. Y todo abarrotado. Lleno. Asfixiante. Insostenible.