Seguro que han leído o escuchado alguna vez aquello de que en Balears la planta hotelera se mantiene estable. Congelada, dicen. Se refieren a que la cifra de hoteles y camas para turistas no se ha movido un ápice en dos decenios. Pero pueden borrarlo de su cabeza: es falso. Basta con acudir a los datos oficiales de oferta de alojamiento hotelero del Institut Balear d´Estadística para constatar que Mallorca ha pasado de tener 561 en hoteles en el año 1995 a recibir turistas en 794 establecimientos en el año 2014 y en más de 800 en la actualidad. Eso es un crecimiento del 41% de la cifra de hoteles, que supone a la vez un salto de 173.539 camas de hotel a más de 232.388, un 33% más en veinte años. Más que suficientes para desmontar la falacia de la congelación hotelera, y más que de sobra para entender por qué en toda España se habla de "balearización" cuando se quiere aludir a la destrucción de la naturaleza costera para sustituirla por negocio turístico y urbanístico.

El progreso turístico y la demolición paisajística son las dos caras de una moneda, la misma que hace de Balears ejemplo a la vez de liderazgo turístico y de autodestrucción urbanística. A ello alude también el informe del Observatorio de Sostenibilidad, cuando habla del turismo como fuente a la vez de crecimiento económico y de "balearización" de la costa atlántica y cantábrica, las que mejor estaban resistiendo hasta las últimas dos décadas el proceso de conversión de la naturaleza en área de negocio turístico. Justo esas costas son la constatación de que el ser humano no aprende: están cometiendo los mismos errores que Balears se afana en enmendar.

Porque Mallorca, Eivissa y Menorca también son referencia en eso. Mientras Canarias están aún alimentando ahora la voracidad urbanizadora que vivió Balears de la mano de su turismo en los años setenta y ochenta, Mallorca y compañía destacan desde 1987 como el territorio mediterráneo en el que menos ha crecido la mancha de cemento. Y aún así el avance de las zonas construidas a menos de diez kilómetros del mar es del 49% en los últimos 24 años.

Mallorca empezó primero, Mallorca frenó primero. Y en cualquier caso quizá ya sea tarde. Los datos del Instituto Geográfico Nacional son reveladores: las islas tienen 1.428 kilómetros de costas, de los que casi 1.000 son zonas de acantilado y rocas. En el resto del litoral hay ya 260 kilómetros de primera línea urbanizados, que crecen 2,5 kilómetros cada año. Con lo que excluidos acantilados y zonas rocosas inaccesibles, a las islas le quedan ya menos de 150 kilómetros de primera línea sin urbanizar. El resto ya ha sido devorado por el turismo y el urbanismos de las islas que lideraron la eclosión y modernización del turismo español a costa de la balearización de España.