Diario de Mallorca

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Barcos de limpieza de costa

Con mucha basura por banda

Treinta barquitas del Govern, tripuladas por un marinero armado con un salabre, peinan cada día la costa en busca de porquería. Y la encuentran: sacan quinientos kilos por mañana

Con dos escobones por banda, ni viento en popa ni vela, barre el mar, que no vuela, este barco pequeñín. Solo limpia, nada épico. Necesidad prosaica, no exenta de romanticismo: la barquita es una de las 33 que el Govern balear dedica a la imposible misión de vaciar el mar de los plásticos y excrecencias humanas que se han adueñado de él. Así que no hay mucha épica, ni poética, más bien llana estética, la de decir que Balears sí, que las islas luchan contra la porquería.

Aunque sea solas, como es el caso: las barcas del Govern son las únicas que limpian el Mediterráneo español. Y sacan del mar una media de quinientos kilos de basura al día, una pila de suciedad lo suficientemente alta como para avergonzar a una especie, la humana, que rara vez se avergüenza de destruir su entorno. Quinientos kilos al día. Mucha basura por banda. 15.000 kilos al mes, que por lo visto solo importan a Balears, la que recoge la suciedad de todos. Que es de origen humano, claro: "Diría que el 90% es plásticoel 90% es plástico", confiesa Toni Oliver, capitán de yate que este verano se ha alejado del dinero abundante de la náutica de recreo para comandar en solitario un barquito de siete metros con dos escobones laterales y un salabre. Cambia el glamour de los yates por pescar basura. "Es más tranquilo, me apetecía desconectar un poco", dice, borrando de un plumazo el romanticismo a la tarea de salvar al mundo de su mierda flotante.

Así es este siglo, en el que quedan pocos románticos, y algunos de los que lo son ni lo saben. Otros sí: a pocos metros del punto de encuentro con las barcas del Govern alza su casco el guerrero más orgulloso de la causa ecologista mundial, el Rainbow Warrior de Greenpeace, de visita en Palma. "Me estoy pensando trabajar con ellos unos meses, después de esto", confiesa Toni, romanticismo recuperado, esta vez ya con un poco de épica, cierto heroísmo y probablemente las mismas posibilidades prácticas de salvar el mundo: pocas. Por no decir nulas. Él se confiesa: "Yo no te voy a decir que esto que hacemos no sirve para nada, pero a veces vienes un día a una ruta, te llevas a puerto dos sacos de plásticos, y cuando vuelves días después hay tanta basura como la vez anterior en el mismo sitio. ¿Sirve? Pues si todos hiciéramos ese esfuerzo, no solo el servicio este [de limpieza de aguas de baño del Govern], quizá lograríamos algo", razona Toni.

Pero no es el caso. Entre todos ensuciamos, pero muy pocos limpian. De hecho, el Govern balear está solo. Como Toni. Como cada uno de los que llevan las barcas de la Conselleria de Medio Ambiente. En la zona de Palma se dividen en tres áreas, cada una con dos barquitos y dos operarios, a los que se suma otro que rota por las tres zonas cubriendo descansos. Las seis lanchas a motor salen todos los días, peinando las mismas rutas entre Cap Blanc y Formentor. Se mueven con un solo trabajador a bordo: el mismo que lleva el timón maneja los escobones automáticos y, sobre todo, el salabre, esa red con mango con la que se pesca cada fragmento de humanidad descarriada.

No perdonan un vaso de plástico. Toni señala uno, gira el barquito, saca el salabre y lo recoge. A la red. Y de la red al saco. Así desde las ocho de la mañana hasta las tres. Hoy toca camino de ida y vuelta desde Palma a la zona El Toro. "Encontramos mucha suciedad en la bocana del puerto de Palma, y luego en Magaluf, claro". En el "claro" referido a Magaluf tienen un primer mensaje, el único que delata la procedencia de parte de la mierda: la playa de los excesos etílicos es una máquina de fabricar basura, y esta vez no nos referimos específicamente a los borrachos del lugar, sino a lo que ellos tiran al mar.

El resto son incógnitas. Porquería sin dueño, ni trazabilidad, más allá de la desgracia compartida y la ignorancia casi colectiva. ¿Viene de los yates la basura? Toni Oliver no lo descarta, pero lo duda. Para hacerlo bien, dice, los yates han de tener al día una cartilla verde y vaciar los contenedores en puerto. En otros países son más estrictos que en España, puntualiza, pero hasta donde él sabe de su experiencia en barcos, la gente de los yates no hace sistema de tirar basura al mar del que viven.

Yates grandes e impolutos

Y la verdad es que extraña poco que prefieran no ensuciar: la barquita pasa por delante de yates como el de Victoria Secret, o el dibujado por Steve Jobs y otras joyas de este mar en el que navegan los 400 millones de euros del A, diseñado por Philippe Starck y pagado por el magnate Milnichenko, todos ellos monumentos flotantes al dinero y la vanidad, en los que se afanan decenas de marineros para sacar lustre al casco. Solo en dos de esos barcazos limpian más personas que en toda la flota del Govern, con la diferencia de que en los megayates limpian solo lo de dentro. Pero limpian, y no tiene pinta de que se ufanen con el ensuciado del mar de todos. Al contrario.

Pasa un barco de esos de la juerga. Un party boat, por llamarlos como esta Mallorca que en cuestiones de fiesta etílica se expresa en inglés. Y se expresa mucho: en la misma estación marina de la que parte la barquita de limpieza, frente al Auditórium de Palma, hay unos cuantos grandes barcos de la juerga. Intercalan amarres en el muelle con otras embarcaciones de excursiones más calmadas, de observación del mar y las costas. Entre todos acaparan los muelles de la estación marítima, una treintena de plazas para barcazas y catamaranes, en los que se mueven miles de personas al año. ¿Ensucian ellos? Toni menea la cabeza para negar. Y se explica: trabajó en uno de esos party boats y la realidad, dice, es que las tripulaciones están atentas a que la gente no tire cosas al mar. "Puede haber algún tonto que ensucie, no digo que no, pero en general se les controla", dice. Tampoco aquí está la explicación fácil

Al fondo humea un crucero. Y más atrás un barco de línea regular. Parecen fábricas, vomitorios al estilo central nuclear de Springfield, sin Homer Simpson pero con miles de almas a bordo. ¿Serán ellos los que guarrean? Improbable. En puerto echan más humos que nadie, ayudados por una legislación española también más laxa a la hora de quemar combustible mientras se está atracado, pero a la vez tienen sistemas de limpieza preparados para recoger la basura de sus pasajeros y dejarla en puerto. Con lo que tampoco parece el lugar para buscar la procedencia de la contaminación masiva que se disuelve en el mar, esperando a que llegue el día en el que deje de hacerlo, como ese vaso de agua que absorbe la sal que se le echa, hasta que se satura, y la sal forma sedimento primero y montaña después. Solo que en este caso no es sal, es mierda.

Mierda sin dueño

Y la montaña de mierda empieza a asomar. Emerge. Sobre todo si hay viento. "Cuando sopla sur unos días aparece mucho". Hay de todo, pero sobre todo plástico. "Se ven envases y grandes piezas de plástico grueso, que no sabes si vienen de reparaciones de barcos o de esos invernaderos del sur de España y el norte de África. Vemos muchos trozos pequeños de forma rectangular que no sabemos qué son, pero hay muchísimos. Y luego aparecen botellas de cristal, que vienen de cerca (si llevarán mucho en el agua se habrían hundido). También cogemos envases con frases en árabe, aunque no muchas. Hay pelotas de playa, chanclas, y animales muertos, como un delfín mordido el otro día. Limpiamos todo", describe el capitán de un barco en el que casi siempre viaja solo. Hoy acompaña en paralelo la otra barquita que cubre la zona de Palma, reclutada para el reportaje con su operario tímido, anónimo de elección, héroe avergonzado de recoger basura en el mar. Ambos regalan imágenes al reportero y su móvil con cámara, que quizá la concienciación limpie más que la escoba.

Pero mientras la conciencia pierde la batalla con la excreciencia, la realidad viste de basura flotante. Y la explicación que da Toni de lo que se encuentran cada día tampoco aclara el origen de la mierda. Y ese es el problema, reflexiona el marinero y capitán: "Lo ideal sería saber el origen y evitar que llegue al mar, porque así no deja de entrar basura". Pero tampoco hay muchos fondos dedicados a investigar, no vaya a ser que aparezca el dueño de la porquería. Aún así hace un año los científicos detectaron en el centro del Mediterráneo una masa de basura que se empezaba a agrupar en círculos concéntricos. Lo mismo en el Atlántico o el Índico. Y hay grupos de ingenieros que han diseñado prototipos de limpieza con un sistema que pescan la basura por toneladas. Los están probando, intentando saber si la humanidad es capaz de sacar del mar más mierda de la que echa.

Mientras tanto 33 barquitos con dos escobones por banda y sin vela barren la costa balear. Toni señala otro plástico. Para, gira y lo pesca con el salabre. Un gesto romántico, heroico en esencia. Exento de épica, pero romántico y heroico. Un solo gesto muchas veces repetido, aunque nunca las suficientes. Quizá el futuro lo pruebe útil. O quizá entonces no quede mar en la excrecencia: demasiada mierda por banda.

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