El día 29 de julio del año 2009 los guardias civiles Diego Salvá Lezaun Diego Salvá Lezaun y Carlos Sáenz de Tejada fueron asesinados en un atentado en Palmanova. Mucho ha cambiado desde entonces. ETA no ha vuelto a matar. La banda es hoy un mal recuerdo, vencida, desarticulada. Muerta. Hoy el terrorismo ya no es etarra, sino yihadista, y siembra el pánico en otros puntos del Mediterráneo. De hecho los atentados en otros países explican que la Mallorca que hoy se siente absurdamente segura esté mucho más llena de turistas que la que vio marchar a los agentes Salvá y Sáenz. ETA ha desaparecido de la lista de preocupaciones de los españoles, sustituida por una nueva forma de violencia terrorista, que hace presa de toda la sociedad, sin tener el objetivo puesto en el cuerpo de seguridad más castigado por la barbarie: la Guardia Civil.

La tierra ha girado más de 2.500 veces desde que una bomba lapa hizo saltar por los aires el coche patrulla de los jóvenes agentes, las últimas muertes de ETA. Pero hay dos realidades inmutables pese al tiempo transcurrido: lo que no ha cambiado en siete años es el escalofrío y la emoción que sobrecogen a propios y extraños en Mallorca cuando evocan aquella última mañana de Carlos Sáenz y Diego Salvá, como no ha variado un ápice el hecho que mantiene abierta la cicatriz del dolor: los asesinos siguen sueltos. Y no tiene pinta de que la investigación vaya a prosperar.

Hubo avances, sí, pero las prioridades cambiaron por el camino. Lo recuerda el padre de Diego Salvá, que enfatiza que hace solo unos meses la justicia española dejó en libertad a Aitor Elizaran, ex número uno de ETA, acusado de delitos de lesa humanidad, extraditado desde Francia y puesto en libertad en España sin que en el tránsito confesase lo que probablemente sabe: los nombres de los asesinos. "Claro que lo sabe, pero campa por sus fueros, libre, sin haber hablado. Nos personamos como acusación particular para que no se le liberase, pero no hubo forma. Mientras tanto lees cosas como la que publicaba hoy mismo [por ayer] Diario de Mallorca, que mandan a la cárcel a uno que robó una gorra y una camiseta", lamentaba el padre de Diego Salvá, que, junto a muchos en la Guardia Civil, mantiene viva la búsqueda de los asesinos.

Es la cicatriz abierta. El resto han dejado marca, pero no sangran: emocionan, avivan el recuerdo. Llenan un poco ese hueco enorme que dejó la muerte de los agentes en el alma de propios y extraños. A ello apelaba en el homenaje de ayer el alcalde de Calvià, Alfonso Rodríguez, que se dirigía a los más de 200 asistentes con un discurso intenso, trabajado, a la altura de un recuerdo que cada año congrega a más personas. “Mientras seamos capaces de recordar a Diego y a Carlos seguirán viviendo con nosotros”, decía Rodríguez, consciente de que son muchos los que se emocionan cada 29 de julio, como si la fecha restase importancia al año del calendario y el tiempo transcurrido.

La vida del honor

“Decía allá por el siglo XV el poeta Jorge Manrique que hay tres tipos de vida. La vida terrenal, la más fugaz. La vida eterna, para los creyentes. Y la vida del honor y la fama, la que perdura en el recuerdo de aquellos a los que queremos, a los que honramos en nuestra memoria". Y ahí, justo en el rincón en el que nace el sentimiento, habitan desde hace años ambos agentes, alimentados por el recuerdo, el cariño y el respeto de muchos. Algunos estaban presentes ayer a las diez de la mañana: en la calle que lleva el nombre de Diego Salvá formaban con uniforme de gala y tricornio de rigor algunos de los compañeros que compartían vida y misión con los dos asesinados. También estaban sus mandos de entonces y los que lideran ahora, como el coronel de la Guardia Civil o el jefe de la Policía Local de Calviá y el delegado del Gobierno, que compartían silencios, aplausos y discursos con casi todos los concejales de la corporación municipal de Calvià, representada igualmente por sus gentes, vecinos anónimos y rostros conocidos de hoteleros de prestigio, comerciantes históricos y ciudadanos conocidos como el expresident José Ramón Bauzá. Todo se unían para volver a uno de sus peores días para homenajear a Salvá y Saenz.

Lo agradecían los familiares y amigos de ambos, emocionados como todos, claro, pero tristes como el que más. “Son momentos de mucha emoción. Ver a toda esta gente aquí es muy importante. Pero al mismo tiempo revives cada minutó de lo que pasó. Agradezco mucho al ayuntamiento y al alcalde de Calvià, que han organizado esto. No tengo palabras para agradecer el cariño que percibimos en toda la isla y en Balears”, comentaba Antonio Salvá, padre de Diego. Detrás seguían las tertulias. Los abrazos. Los ramos de flores. El recuerdo, esa vida de la fama y el honor que cantaba Manrique y Mallorca comparte con Diego Salvá Lezaun y Carlos Sáenz de Tejada.