El verano no es solo tiempo de disfrutar e ir a la playa. Para muchos significa trabajar, y más en Mallorca, donde el turismo es todo un portento. Con la llegada de las olas de calor, los más perjudicados son aquellos que tienen que trabajar a pleno sol. Obreros, carteros o camareros son algunos de los colectivos que más sufren estas inclemencias meteorológicas.

Toni Ferrer es un empleado de la obra de un hotel en s'Arenal como instalador. Se ve obligado a vestir pantalones largos por cuestiones de seguridad durante las ocho o nueve horas que se queda en el lugar. Esto le resulta incómodo por las altas temperaturas que se alcanzan, pero no todo son malas noticias. "Puedes bajar a beber agua todas las veces que quieras, nadie te va a decir nada", afirma, ya que se les hace necesario por todo lo que se suda. "Es por prevención laboral".

También se dedica al mismo sector Ignacio Martí, que está en las obras de la calle Jesús de Palma. Pero él no ve que el calor sea un inconveniente en su jornada laboral. "Trabajas, sudas, pero no es tan duro como la gente piensa", defiende. Además, con un poco de agua y ropa cómoda -sin contar los calcetines, más propios del invierno finlandés- puede pasar el día sin problemas.

Otro más afortunado es Antonio Juárez, quien trabaja haciendo reparaciones. Normalmente le tocan sitios en los que hay sombra, lo que le supone un alivio. Sin embargo, eso no le libra de "beber mucha agua, refrescarse" y ponerse protección solar. Por otra parte, a veces tiene que estar en lugares cerrados, donde no pasa el aire, y "te quedas durante una hora sudando".

No menos complicado lo tiene Gabri Sabater, quien fija carteles publicitarios gigantes, como los que se ven en la autopista. Por seguridad, también tiene que llevar pantalones largos, por lo que este bochorno "se lleva mal". Trabaja siete horas al día, una menos que en invierno, ya que en verano se lo reducen. Por supuesto, no falta su botella de agua en los diferentes viajes que tiene que hacer.

Las repartidoras de Correos, que tienen que ir de casa en casa a pie dejando las cartas, también sufren estas condiciones. Aun así, Ana María Pasero y Aina Puigros no lo ven como algo tan preocupante. "Ya estamos acostumbradas", comentan. Mientras tengan sus botellas de agua y sombra en la que refugiarse pueden sobrellevar el día.

Por suerte, otros que se ganan la vida en la calle lo tienen más fácil. Es el caso de Carlos Díaz, quien vende sus obras pictóricas en el centro de Palma. Se protege con una sombrilla mientras dibuja toros, aunque eso no implica que no tenga que beber y soportar unas temperaturas sofocantes. "Es lo que hay", explica resignado.