No ha sido Biel Company, sino Rosa Estaràs. Se atribuye al exconseller de Agricultura el mérito del desembarco de caras jóvenes en la cúpula del PP balear, pero la operación la ha tutelado la eurodiputada, sin cuyo plácet Company no da un paso. Desde Bruselas, todavía celebra exultante la caída -esta vez sin retorno- de don José María Rodríguez. "Todo el mundo ha interpretado que Biel colocaba a su gente, y lo son, pero quien se puede apuntar los tantos es Rosa, que ahora volverá a mandar mucho" desde la retaguardia, desgrana los entresijos un ex alto cargo popular.
El sello de Estaràs se nota en dos maniobras: el escaso peso del PP de Palma en el nuevo organigrama de dirección, y el ascenso de Tià Sagreras y Llorenç Galmés en los puestos clave de la secretaría general y la portavocía del partido, respectivamente. Los alcaldes de Campos y Santanyí pasan por ser los protegidos de Company -el primero-, y del presidente del partido, Miquel Vidal, el segundo. En realidad, es Company el que está a las órdenes del clan Sagreras. "En Peixet" y "en Llorencet" -se les conoce internamente- presumen de mayorías absolutísimas y son jóvenes de confianza de Rosa Estaràs. Eso sí, ella amadrina a uno un poquitín más que a otro.
El desquite de la eurodiputada
Con Rodríguez en el poder, nadie se hubiera atrevido a dejar a "Palma" -así, a secas, denomina Rodríguez a ´su´ partido en la capital- con tan ínfima representatividad en el aparato. La cuota de populares palmesanos en la nueva dirección ha quedado muy reducida, y "son perfiles de escasa entidad", opina la fuente. A ello se añade la purga, ya que salvo la excepción de María José Frau, -"para que no puedan decir que no hay ningún rodriguista"- el resto de incorporaciones son nombres fuera de la órbita de Rodríguez, véase los exconcejales en Cort Julio Martínez o Fernando Gilet.
Estaràs llevaba años deseando vengarse de Rodríguez, que le torpedeó su paso por la presidencia del PP cuando la huida de Jaume Matas. La europarlamentaria vivió uno de sus momentos más tensos en política durante la detención del ex teniente de alcalde de Palma Rafa Durán, por el caso Palma Arena. Su paseíllo esposado por la rampa de los juzgados de Vía Alemania generó mucho revuelo entre los conservadores, lo que Rodríguez aprovechó para debilitar a la entonces líder interina. Por teléfono la afeó que estuviera de vacaciones en la Colònia de Sant Jordi, en lugar "de estar en Palma dando la cara por los nuestros".
La siguiente escena consistió en una encerrona de todos los concejales del PP de Cort en el despacho de Estaràs. La amenazaron con dimitir en bloque si no salía a defender la inocencia de Durán, sin tener en cuenta la presión que vivían entonces las siglas populares en pleno aluvión de casos de corrupción, con el icono de la lata de Colacao repleta de dinero negro de comisiones que acababa de desenterrarse en el corral de Antònia Ordinas. Estaràs jamás ha perdonado el desafío de Rodríguez, y una vez éste en la cuerda floja por la trama corrupta de la Policía local, desde la capital belga ha laminado el menor brote de rodriguismo.
¿Quién manda ahora en el PP? El grupo formado por el presidente en la sombra, Biel Company; el presidente sobre el escenario, Miquel Vidal; Tià Sagreras, Llorenç Galmés y Marga Prohens. Todos con el plácet de Estaràs, dirigente junto al quinteto, solo que desde la distancia.
A la espera de cómo nos sorprenden ahora el nuevo número 2 del PP y el flamante portavoz, sorprende que siendo un hombre de Company&Estaràs, Martí Sansaloni se haya quedado fuera de la cabina de mandos, bajo la ridícula excusa de que está volcado en la alcaldía de Petra (Vidal dixit). Primero, no toma la vara hasta diciembre. Y por esa misma regla de tres, Sagreras y Galmés deberían estar centrados en sus municipios, en lugar de hacer carrera política por Palma.
Sánchez se asesora con Armengol
Con el escenario político en Madrid complicándose cada día más, Francina Armengol sigue siendo consultada por Pedro Sánchez sobre qué camino seguir, la mayoría de las veces vía WhatssApp. La presidenta del Govern le insiste para que no arroje la toalla. En medio de la guerra de barones, el líder socialista está forjando una relación de confianza con Armengol. Falta ver si esta sintonía conduce a algún resultado.
