Pere Barceló Rigo, rector de Can Picafort desde 1996 y expulsado del sacerdocio en marzo de 2013, pasará seis años en prisión tras declararse culpable ayer ante la Audiencia de Palma de repetidas violaciones y abusos sexuales a una niña de 10 años, monaguilla de su parroquia. La víctima, actualmente de 28 años y llamada María, explicó al tribunal cómo el excura agravó sus agresiones sexuales contra ella tras archivarse una primera denuncia de un catequista, Mateu Ferrer, que fue testigo de un abuso.

Barceló, defendido por Antonio Beltrán, se enfrentaba antes del juicio a una petición fiscal de 42 años de cárcel por tres delitos continuados de abusos sexuales y de agresión sexual con penetración a menores de 12 años. La perjudicada está representada en la causa por el acusador particular Carlos Nadal, que pedía una elevada condena para Barceló.

El panorama judicial para el antiguo sacerdote, que también fue rector de Cala Rajada y estuvo de misionero en Burundi, era muy complicado: dos testigos de cargo, la víctima y el hoy periodista de Diario de Mallorca Mateu Ferrer, iban a deponer contra él y también pensaban declarar en su contra otras supuestas víctimas, niñas de las que habría abusado en Cala Rajada en la década de los 90.

El acusado decidió así negociar in extremis una conformidad. El fiscal Ramón Vázquez le ofreció disminuir la pena al aplicar una reciente sentencia del Tribunal Supremo que en un caso similar valoró los hechos como un único delito continuado de agresión sexual con penetración, en vez de los 4 delitos planteados en la calificación provisional. El fiscal aplicó al excura las atenuantes de reparación del daño y confesión.

El tema de la responsabilidad civil para compensar a la víctima ya estaba resuelto porque el Obispado, en junio del año pasado, llegó a un acuerdo con María para indemnizarla con 30.000 euros por los daños sufridos.

Ayer acudieron a la vista oral como espectadores el vicario judicial Nadal Bernat y el abogado del Obispado Raimundo Zaforteza. Ambos, al final de la vista, saludaron y confortaron a María, que estuvo arropada por varios familiares y amigos. Pere Barceló estuvo acompañado por su amigo sacerdote Jaume Alemany, actual capellán de la cárcel de Palma.

El fiscal Vázquez puso como condición al inculpado para el pacto que admitiera íntegramente los hechos plasmados en el escrito de acusación y que se mostrara arrepentido. Carlos Nadal también se mostró dispuesto a sellar un pacto de conformidad con el procesado.

Lo admite todo

El fiscal procedió así a interrogar ante los magistrados Diego Gómez-Reino, Mónica de la Serna y Carmen González a Pere Barceló.

Vázquez fue relatando los primeros abusos que el sacerdote cometió con la niña, que empezaron a principios del 97. El pederasta empezó con tocamientos libidinosos, para pasar a desnudar a la pequeña y frotarse contra sus órganos genitales a obligarle a hacerle felaciones mientras la llevaba en su coche a casa de sus padres o a recoger leña.

En el verano del 97 Mateu Ferrer sorprendió al párroco en calzoncillos encima de la pequeña, que estaba desnuda. Ferrer denunció los hechos, pero ni la Guardia Civil, ni la Fiscalía, ni el Obispado dieron credibilidad a sus palabras. María, que ayer admitió ante la sala haber sido coaccionada y amenazada por Pere Barceló para que desmintiera a Ferrer, negó los abusos. La denuncia acabó archivada.

El excura, lejos de asustarse por las investigaciones policiales, reanudó los ataques a la monaguilla y la violó vaginalmente en 10 ó 12 ocasiones en su habitación de la rectoría.

Barceló reconoció con monosílabos todas las agresiones reseñadas en el escrito del fiscal y aseguró estar arrepentido por estos hechos. "Le deseo lo mejor a ella (a María) y a su familia", y "uno debe ser algo mejor", fueron algunas de las pocas palabras que pronunció el acusado. Barceló añadió una incomprensible frase: "nunca he tenido rabia de ningún tipo".

El antiguo sacerdote pidió al tribunal que su ingreso en prisión no sea inminente, dado que su madre es de avanzada edad, está enferma y necesita tiempo para explicarle lo ocurrido y sus consecuencias. El juez le contestó que no era el momento para hablar de esos temas y que corresponderá a su abogado plantear esos argumentos a la sala.

"Lo veía como un superior"

María explicó a la Audiencia que Barceló "aprovechó para ir a más (en los abusos) porque vio que no pasaba nada con la denuncia de Mateu". La joven declaró separada del acusado por un biombo y en varios momentos tuvo que suspender su narración por el llanto y la angustia.

La víctima aseguró que el pederasta le convenció para que dijera que Ferrer mentía y no existían los abusos. "Me comió la cabeza, me convenció para que dijera a todo que no, que no era verdad, que era mentira".

"Lo veía como un superior, pensaba que si decía la verdad mis padres no me iban a creer: yo era una niña", rememoró la víctima su drama de 1997. La joven ha sufrido secuelas psicológicas.