El comercio situado en las zonas turísticas se ha incorporado a los objetivos de la Inspección de Consumo, con una campaña de controles en la que se va a hacer especial hincapié sobre aspectos como la presencia de alimentos con fecha de caducidad o de consumo preferente superada, o de productos sin etiquetado, según ha destacado el director general responsable de este departamento, Josep Dalmau.

Por lo que respecta a las fechas de consumo preferente, el problema radica en que se detecta en un número significativo de casos la presencia en establecimientos de zonas turísticas de alimentos en los que ésta se ha superado, debido a que el propietario de la tienda vuelve a poner en los estantes productos sobrantes del verano anterior. Aunque eso no implica necesariamente un riesgo para la salud, sí supone un fraude porque la frescura del alimento no es la idónea.

En estos casos, estos productos deben de ser inmediatamente destruidos por el propietario del establecimiento (se suele abrir el envase y lanzar el contenido a la basura), y el inspector debe de ser testigo de que este procedimiento se cumple.

Pero no es ésta la única práctica que se repite año tras año, y Dalmau destaca que otra común en muchos comercios y tiendas de souvenirs es la de arrancar las etiquetas a muchos de sus productos.

En este caso, el objetivo no suele ser el fraude al consumidor, sino evitar que la competencia conozca la identidad del proveedor de esos materiales, especialmente cuando su precio es especialmente competitivo, para que así no puedan acceder a él y ofrecerlo también.

Esta práctica, sin embargo, supone no solo quitar información a la competencia, sino también al cliente, que así se queda sin acceso a datos como la composición o la procedencia.

Etiqueta en castellano o catalán

El tema del etiquetado aparece también entre los objetivos de la Inspección por otro motivo: al estar dirigido el comercio turístico a una clientela extranjera, muchos de los productos que ofrece son importados directamente desde los países de origen de esos visitantes, pero con etiquetas en su idioma, pese a ser obligatorio que incluyan el castellano o el catalán.

Este incumplimiento alcanzaba incluso a una conocida cadena alemana, pero el director general de Consumo señaló que en este caso esa deficiencia está plenamente subsanada.

La solución más habitual es encargar pegatinas en castellano o catalán con la información obligatoria, que se colocan sobre el etiquetado original en alemán o inglés.

En el caso de las tiendas de souvenirs, otra comprobación habitual de los inspectores es la relacionada con el tamaño de las piezas, en este caso ateniendo a la seguridad de los niños, ya que si se desprenden elementos de pequeño tamaño éstos pueden ser llevados a la boca por los más pequeños, con el correspondiente riesgo de asfixia.

En el caso de los juguetes acuáticos, como flotadores, se comprueba que lleven la etiqueta de la CE y que conste el grupo de edad al que van recomendados o las instrucciones si es necesario una advertencia sobre su seguridad.

Por otro lado, Josep Dalmau señaló la colaboración que se mantiene con otros organismos, como con la Guardia Civil, en la vigilancia de la venta ambulante, los party boats o en controles en zonas como Magaluf.