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Análisis: El Estado tendría que hacer algo, por Felipe Armendáriz

Horrach no es el primer fiscal de prestigio que decide pasarse a la abogacía, en busca de mayores ingresos, un estatus diferente al de empleado público y un ejercicio práctico del Derecho desde el otro lado de la trinchera. Antes que él, Zaforteza, Peláez o Gordillo, entre otros, abandonaron el ministerio público para ejercer como letrados en un mundo, el de la abogacía, donde nadie regala nada y cada caso es una guerra.

Pedro Horrach comunicó hace dos años a un superior que dejaría la fiscalía tras el juicio del caso Nóos y no ha esperado ni una semana para anunciar su retirada.

Perdemos un excelente servidor público y los clientes de alto estanding ganan un defensor de primera división. El Estado no debería dejar marchar a estos valores.

Horrach ya estaba cansando de tantas fatigas en la lucha contra la corrupción antes del juicio de Nóos, pero tras la larguísima y tensa vista oral ha decidido tirar la toalla y cambiar de aires. El fiscal mallorquín fue encumbrado como héroe por su instrucción del caso Nóos, pero perdió popularidad a raudales y se granjeó enemistades con su incandescente defensa a ultranza de la inocencia de la infanta Cristina.

Hace escasos días aprovechó su informe final ante la Audiencia para cargar contra los cuatro jueces que llevaron al banquillo a la hermana del Rey y se comportó como si él tuviera el monopolio de la verdad jurídica.

Horrach también denunció la existencia de un juicio paralelo de la prensa contra doña Cristina, campaña que solamente él ha detectado.

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