Rostros infantiles entre el cansancio y la expectación. Algunos observan a los fotógrafos y las cámaras de televisión sin entender muy bien por qué les enfocan. Llegan agotados, después de todo un día viajando desde Bielorrusia, procedentes de las zonas más cercanas a Chernóbil. Son 16, la primea tanda de los 30 niños que este año llegan a pasar el verano en Mallorca de la mano de la asociación Per Ells. Por la noche llegarán los otros 10, procedentes de Ucrania. Esperança Seguí, presidenta de Per Ells, les recibe a su llegada a Son Sant Joan. Para ella son los primeros abrazos de los niños que repiten la experiencia, mientras los nuevos observan con timidez. Todos ellos proceden de orfanatos.

En la sexta planta de la zona de llegadas les esperan las familias de acogida, con las que vivirán hasta finales de agosto. En este tiempo disfrutarán de Mallorca, descansarán y recibirán cuidados médicos, del oculista y el odontólogo en todos los casos y más completos en algunos. Y tendrán una alimentación, con fruta y verdura abundante, que les ayudará a eliminar la radiación que sigue penetrando en sus cuerpos, 30 años después de que estallara la central nuclear.

"Cuando se van, el cambio físico es notable", dice Emilio Arteaga quien espera junto a Joana Maria March la llegada de Karina, de 11 años, a la que acogen desde hace dos veranos. Arteaga, médico, aprovechará para hacerle una revisión en el hospital de Inca. El abrazo de Karina es emocionante. Se distingue a los niños que repiten precisamente en eso: les cuesta no lanzarse hacia sus familias de acogida antes de que Seguí diga sus nombres. Los nuevos se muestran más tímidos, como Milena, de 9 años, a la que el hijo pequeño de Gonzalo Borda recibe con una cesta. Los dos niños se miran, sin saber muy bien que hacer. Gonzalo tiene claro que seguirá acogiéndola hasta que sea mayor de edad.

Seguí, un año más, pasará el verano con Irina, de 17 años, que ya habla mallorquín y a la que se le iluminan los ojos cuando dice lo que cenará: pa amb oli. Lleva once años viniendo a Mallorca, desde que Per Ells organiza este programa con su único esfuerzo, sin esa ayuda institucional que Seguí confía en obtener algún año.