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Análisis

Las partes se quejan de la presidenta

Estamos en la recta final del juicio del caso Nóos y los nervios y el cansancio están jugando una mala pasada a la presidenta del tribunal, Samantha Romero, que se muestra irascible y no se recata en abroncar a todo bicho viviente. Algunas partes se han quejado ante la prensa por esa actitud de la jueza y argumentan que se sienten atacadas en su derecho de defensa.

Romero marcó, desde el primer minuto del juicio, unas normas sobre interrogatorios y otros protocolos, pero han pasado los meses y sigue considerando que acusaciones y defensas hacen caso omiso de sus directrices.

La presidenta siente que ha sido ninguneada y que sus facultades de dirigir el debate han sido mermadas por la contumacia de los abogados. De ahí su hastío y hasta su rebeldía.

La jueza Romero ha tenido que lidiar con abogados cáusticos como Manuel González Peeters, dispuesto a defender a muerte a su representado Diego Torres. Peeters se ha mostrado ofensivo y agresivo con testigos y acusados e insolente con el tribunal, pero solamente ha sido sancionado con una amonestación por llamar idiota al exministro Gallardón.

Frente al estilo pendenciero de Peeters ha destacado en la vista la amabilidad y educación de Mario Pascual, el letrado de Iñaki Urdangarin, que, pese a su afán de colaborar con la sala, también ha recibido algún rapapolvos de Romero.

El juicio del caso Nóos ha sido en ocasiones como una montaña rusa, aunque tras la fase testifical parecía encarrilado. De momento parece que se cumplirá el calendario previsto, lo que no es baladí dados los numerosos obstáculos salvados.

El exterior, los medios de comunicación y el caso Manos Limpias-Ausbanc, también han influido en lo ocurrido en la sala de vistas, algo inevitable pero que pone nerviosa a Romero. Ya queda poco y el balance, en principio, no parece negativo.

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