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El PP no quiere a Palmer ni Verger a Podemos

El PP no quiere a Palmer ni Verger a Podemos

A nadie puede extrañarle que el patriarca Gabriel Cañellas volara el martes en primera clase de Ryanair a Santiago de Compostela, seguramente para postrarse ante el apóstol en demanda de iluminación o consuelo. El fundador del PP balear contempla desesperado la mayor crisis del partido desde su creación. Fue enterado protocolariamente por Génova de la destitución de Isern, no más.

Como líder de Més en la sombra, Antoni Verger también se ha encomendado orante al apóstol Santiago de Facebook, para deplorar un pacto con Podemos del que resulta beneficiario. La sensación aquí es ambivalente. Si el número tres de la lista conjunta de izquierdas vive "una situación absurdamente tensa y desagradable", sería recomendable que abandonara la coalición electoral antes de que se presentara la candidatura. Sin embargo, la exigencia de sinceridad a los políticos no debe decaer cuando critican a sus propias formaciones.

Verger ha intentado un Errejón autocrítico, con peor suerte. Esta franqueza descarnada, y que el candidato no lleva hasta sus últimas consecuencias porque "toca pasar página", contrasta con la hipocresía desatada de Teresa Palmer. La número uno del PP por imposición dictatorial se proclama candidata de "consenso". En efecto, el único consenso entre las taifas populares es que ninguna de ellas proponía a la delegada del Gobierno para encabezar la lista a Madrid.

Por su genética nacionalista -o ecosoberanista, en cursi-, la única posibilidad que tiene Verger de obtener un acta de diputado implica subirse a lomos del corcel español de Podemos. Por su absoluta carencia de méritos políticos o profesionales, Palmer solo llegará al Congreso por orden de Madrid. El descontento de los candidatos hacia los partidos donde se cobijan, y de las formaciones hacia los paracaidistas impuestos desde la capital, solo demuestra que las formaciones han suspendido en sus elecciones. Se puede añadir fácilmente al PSOE, que ha procedido a la demolición de sus aspirantes de diciembre.

Nombrar a Palmer supone declarar desierta la primera plaza de la lista. Al invocar un cuarto escaño, la delegada no solo exhibe su ignorancia absoluta de las matemáticas electorales. También desvía la atención hacia Pere Rotger, un auténtico candidato. No puede ser coincidencia que Podemos condenara a Més al desván de la cuarta plaza de la lista, un insulto que obligaba a levantarse de la mesa de negociaciones. Si no fuera porque Verger ansiaba llegar a Madrid, aunque lo lograra con un reparto que hoy denuncia por "injusto". Por supuesto, la injusticia de su situación no ocupa ni un segundo de la atención de Palmer.

¿Y los votantes? Isern obtuvo los resultados de Bauzá, que a duras penas logrará mantener la candidata inexistente. En cuanto a las bases de Podemos y Més, ya demostraron abrumadoramente en diciembre que se fundían y confundían unas 111 mil veces. Verger no les importó lo más mínimo, ni entonces ni ahora.

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