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Entrevista

Alain Carpentier: "En unos años el corazón artificial podría superar a los transplantes tradicionales"

"Un corazón artificial vale 150.000 euros, pero acabará abaratándose a una cuarta parte"

Carpentier, ayer en un pasillo de Son Espases. Manu Mielniezuk

Alain Carpentier ha operado a “miles y miles de personas”. Ha visto “miles y miles” de corazones. Su carrera de cirujano empezó porque quería “servir a los demás” y porque sentía que tenía dos deudas. La primera deuda es con la medicina: cuando era pequeño fue operado de urgencia de apendicitis aguda en unas condiciones precarias por un cirujano que le salvó la vida.

Su segunda deuda es con Argelia, el país que acogió a sus padres y a sus cuatro hermanos cuando huían de los nazis durante la II Guerra Mundial: “Pensé que en algún momento intentaría hacer algo por aquella gente, que tenía un nivel diferente, y fue uno de los motivos por los que me hice médico: es una manera rápida y fácil de ayudar”. Mientras desarrollaba una brillante carrera en Francia, nunca olvidó su vínculo con Argelia, donde ha montado varios hospitales.

Hace más de 25 años, Carpentier dibujó los primeros esbozos de un corazón artificial. Parecía un sueño. Hace tres años lo implantó en el primer paciente. Ayer presentó en Son Espases el testimonio de uno de los cuatro pacientes que hoy viven con un corazón artificial latiéndole en el pecho 100.000 veces al día: el Carmat, que combina tecnología espacial con una membrana biológica.

¿Cómo se le ocurrió la idea de crear un corazón artificial?

— Para responder a una necesidad. La insuficiencia cardíaca terminal será en un futuro próximo una gran preocupación médica y económica, cada día va a acabar con más gente. El cáncer se irá curando, irán mejorando los tratamientos, pero la insuficiencia cardíaca terminal, que se relaciona con las personas de más edad, irá cada vez a más y es necesario buscar soluciones. Piensa que estos pacientes cada dos meses tienen que ir al hospital.

¿Cuántos personas llevan ahora mismo el corazón artificial o Carmat?

— Cuatro. Eran pacientes que estaban terminales. La Agencia Nacional de Salud francesa nos dio la autorización para probarlo en una serie de pacientes con insuficiencia cardíaca terminal. Hubo un problema con el primero, pero fue un problema de tipo mecánico. Los enfermos han evolucionado bien. El Carmat funciona y ahora la Agencia nos ha autorizado a implantarlo en 20 pacientes más, empezaremos a partir del próximo mes.

¿Cuánto tiempo alarga la vida este corazón artificial?

— En principio cinco años. Hemos aprendido mucho desde el principio con estos cuatro pacientes. Con el primer paciente hubo un problema electrónico. Lo más importante es que, primero, el material biológico que hemos utilizado, pericardio de ternera, ha respondido cómo yo esperaba, evitando que se formen coágulos. Y que el cuerpo no lo rechace. La función fisiológica del corazón artificial es satisfactoria. Ha habido algunos problemas, es normal, pero en general ha habido compatibilidad. Y la calidad de vida de los pacientes mejora mucho. Hoy [por ayer] lo voy a mostrar y demostrar en mi conferencia, con el testimonio de uno de los pacientes que lleva un corazón artificial.

¿De dónde saca la energía?

— Los pacientes llevan un cinturón que tiene una batería, como los teléfonos móviles, con un cable muy fino que va al corazón. La batería se recarga regularmente, cada seis horas.

Un Carmat cuesta 150.000 euros. ¿Confía en que al aumentar la producción baje su precio?

— La tecnología que lleva dentro es costosa, lleva dos motores. El material biológico viene de la vaca y no es muy caro. Acabará costando un tercio o un cuarto de lo que cuesta. Pasará como sucedió con el riñón artificial, acabará bajando mucho su coste.

¿Llegará algún día que se produzca en tal cantidad que superará a los transplantes de corazón?

— Es mi deseo. El transplante es una operación magnífica, pero es muy costosa y además puede provocar la aparición de otras enfermedades, como infecciones. El Carmat es más eficaz y la ventaja es que no hace falta tomar inmunodepresores. A los dos años la mortalidad entre los pacientes con Carmat y los transplantados, contando a los que fallecen esperando un órgano, es la misma para ambos. Si el Carmat va mejorando con los años puede llegar a superar al transplante. Se conseguirá poco a poco que las baterías vayan dentro del cuerpo y se facilitará una vida mucho más normal al paciente.

¿Cuánto tardan en confeccionar un corazón artificial?

— Al menos una semana. Cuando produzcamos más acortaremos los plazos y se podrán hacer en un día.

Usted fue el primer cirujano cardíaco que operó con un robot, ¿es el futuro?

— Es una herramienta más, pero el que opera no es el robot, es el cirujano. Es una técnica que sirve para algunas cosas, pero no para todo. El cirujano seguirá utilizando otras técnicas. Es tan útil como el bisturí u otras herramientas.

¿Cree que será el eterno candidato al Nobel o espera recibir algún día la llamada de Estocolmo?

— Nunca se lo dan a los cirujanos, siempre es para médicos de medicina básica, investigadores. He recibido el premio Lasker, que es como el equivalente al Nobel de EEUU, que ya es un gran honor. Aunque si me llaman para el Nobel no lo voy a rechazar... [ríe]

¿Cuál cree que es hoy la línea investigadora más prometedora en medicina?

— Los corazones artificiales.

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