Desde un yate de veinte millones de euros a lanchas neumáticas de dos metros o accesorios más pequeños y económicos, pero que nunca pueden faltar en una embarcación: una arandela de obenque, un cabo de escota o unos prismáticos. Todo puede encontrarse en el gran supermercado flotante del Salón Náutico Internacional de Palma, que ayer al mediodía inauguró en el Moll Vell su trigésimo tercera edición y abrió sus puertas a un público con ganas de ver la gran exposición, pese a la lluvia y el día especialmente desapacible.

En la feria se exhiben 3.000 marcas en 200 expositores y 800 embarcaciones, de las que 65 entran en la categoría de megayates por superar los 20 metros de eslora. Entre ellas destaca una joya muy reseñable por su aspecto clásico: el velero Eleonora, de 49,5 metros de eslora, construido en el año 2000 en maderas nobles como réplica exacta de la goleta Westward, de 1910, que monta en sus palos trinquete y mayor un espectacular aparejo de velas cangrejas y escandalosas y se ofrece como chárter de lujo.

La presidenta Francina Armengol inauguró el Salón y quiso mostrar públicamente el compromiso del Govern con el sector, al que consideró como "estratégico en la economía de la comunidad". Armengol destacó además que la industria náutica significa puestos de trabajo "estables" que precisan de personas formadas, así como de innovación y de tecnología.

Según manifestó la organización de la feria, la demanda de participación de este año ha superado las expectativas, hasta el punto de que hubo que dejar fuera a unas 70 empresas y barcos, medio centenar más que el año pasado. En esta edición, además, la superficie dedicada al Salón Náutico y a la exhibición de yates ha aumentado en 400 metros cuadrados, con lo que ocupa un total de 5.500 metros cuadrados.