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Opinión: Hay que cambiarlos a todos, por Matías Vallés

Sostenía Voltaire que el médico se limita a entretener al paciente, mientras la naturaleza sigue su curso y cura la enfermedad. Los ocho diputados de Balears, al igual que los 342 de geografías españolas todavía más inhóspitas, se han comportado como doctores volterianos. Ante la pasividad colectiva del Congreso, el enfermo no se ha conformado con sanar por sus propios méritos, sino que ha fallecido.

Autores de un homicidio por exceso de prudencia, resulta bizarro que los ocho congresistas baleares, al igual que los 342 etcétera etcétera, pretendan repetir una campaña tediosa para volver al punto de partida. La misión claramente encomendada consistía en investir a un presidente del Gobierno, con la ventaja a su favor de que la población se resignaba a que llevara por nombre Mariano Rajoy o Pedro Sánchez.

Si se les ha atragantado una tarea minúscula, que solo exige elementales nociones sumatorias, cómo podría esperarse que resolvieran las arduas cuestiones de la geopolítica, la geoestrategia y la geoeconomía. Después de multiplicar los ensalmos, a estos médicos de Voltaire se les ha muerto el enfermo por exceso de remedios. Si ya se precisa sangre fría para regresar a casa con semejante historial fallido, resulta insultante la pretensión de ser nombrados de nuevo para una tarea en la que solo saben fracasar.

La dejación de funciones de los ocho diputados baleares etcétera etcétera debiera resultar en su dimisión a perpetuidad. No solo para las elecciones de junio, sino para todas las venideras, incluyendo ámbitos como la comunidad de vecinos. Sin embargo, ninguno ha expresado su renuncia por anticipado, por lo que algunos serán decapitados y otros desempolvarán sus sonrisas de imitación.

Hay que cambiarlos a todos, a los ocho etcétera etcétera. La historia implacable demuestra que nunca falta materia prima para reconstruir el Congreso. Dado que nadie sabría distinguir a los diputados de 1993 de los de 2008, tampoco debería preocupar excesivamente la sustitución en masa. La absoluta inutilidad de los actuales ya está probada. Se corren más riesgos manteniéndolos que reemplazándolos aleatoriamente por la primera persona que pase por delante de la sede del partido en cuestión.

Por desgracia, se seguirá la tónica que ha llevado al actual callejón sin salida. Solo recibirán pasaporte los candidatos que fracasaron con estruendo en la primera de una serie de elecciones fallidas. Por ejemplo, el PSOE balear duda razonablemente de su número uno. ¿No hubiera votado Ramon Socias a Rajoy, antes que quedarse sin trabajo en menos de un año cuando contaba con cuatro?

De repente, las elecciones consisten en votar para que no pase nada. El nihilismo democrático no conmueve a José María Rodríguez, que agita su escaso ascendiente para eliminar a Isern. Si fuera sustituido, ¿no hubiera votado el exalcalde de Palma a Pablo Iglesias, antes que quedarse sin trabajo en menos de un año cuando contaba con cuatro?

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