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Adiós al ministro de Turismo que más ha castigado a Balears

Las sociedades en paraísos fiscales fuerzan la salida del político que subió el IVA turístico, canceló inversiones en Platja de Palma y frustró el último Imserso

José Manuel Soria renunció ayer a sus funciones como ministro de Turismo. efe

Hace apenas un mes y medio el ministro Soria se despedía en Berlín de las grandes ferias turísticas en las que durante cuatro años ha intentado vender la marca España. Acabado el acto, repartía reverencias y apretones de manos a diestro y siniestro. Lucía su aspecto impecable de siempre, mientras sacaba brillo a su entrenada habilidad para seducir en las distancias cortas. Que así es José Manuel Soria. Serio, amable y circunspecto. Cortés, altivo y estirado. Muy formal. Muy engolado. Muy british. Muy de Jersey. Aquel día al ministro de la sonrisa helada solo se le calentó el gesto durante un segundo: el que tardó en reconocer entre quienes querían despedirse de él a miembros de la delegación mallorquina presente en Berlín. Ahí, en las vísceras incontrolables de la reacción instintiva e instantánea, donde nace el rechazo más intestino, encuentra el ministro lugar para Mallorca y sus islas más detestadas.

Al ministro isleño al que le gustan sobre todo las islas capaces de albergar un paraíso fiscal no le gustan las Balears. Ni sus políticos, ni sus gentes, ni sus periodistas. Le gustan tan poco que jamás se molestó siquiera en ocultar la inquina: el hasta ayer ministro del Turismo visitó las islas líderes del turismo dos veces en cinco años. Aunque no hay que buscar su alergia a Balears en sus fobias, sino en sus filias: José Manuel Soria era, ante todo y sobre todo, ministro de Energía, o más concretamente, ministro de Prospecciones Petroleras.

Él y solo él fue capaz de que en sus islas Canarias se hiciesen finalmente las perforaciones submarinas de Repsol en busca de petróleo que llevaban quince años aplazándose. Él y solo él se enfrentó hasta a los suyos en Balears en el afán de repetir jugada y prospecciones en estas islas que sienten hoy el alivio de librarse del ministro de Turismo que con más saña las ha maltratado. Él, solo él, y quizá Jaume Matas y Biel Company tienen el extraño mérito de haber unido en el rechazo a dos presidentes de Govern de distinto color político. Su compañero de partido José Ramón Bauzá y la socialista Francina Armengol lo aborrecen tanto como le plantaron cara. A Armengol incluso se le notó. A Bauzá le molestaban las prospecciones tanto como le picaba el ego, herido por el hecho de que Rajoy hubiese elegido para el ministerio con el que él soñó al canario con inversiones en Bahamas y Jersey. A Armengol le mosquearon también otras cosas. Muchas más. Que hay para elegir con Soria.

El ministro de Prospecciones fue también el que le canceló las inversiones estatutarias a la Platja de Palma, el que ha dejado este invierno a Balears sin los viajes del Imserso y el que subió ese IVA que el PP prometió bajar para el sector turístico. El canario de las mentiras sobre sus paraísos fiscales también mintió a cuenta de Balears, cuando en plena polémica sobre las prospecciones mandó a la secretaria de Estado de Turismo, la mallorquina Isabel Borrego, a mentirles a los touroperadores alemanes sobre los sondeos. Les dijeron que no se buscaba petróleo, que lo que se pretendía encontrar era un poquito de gas, algo inocuo y poco contaminante, combustible gratis para un vergel como Mallorca. La prensa le pilló entonces como lo ha hecho ahora con sus sociedades en islas clave del blanqueo de capitales.

Experto en su Caribe ´offshore´

Soria, economista del Estado, el mejor de su oposición, el brillante funcionario que en 1986 fue asesor de un ministro de Economía socialista, se especializó en comerció internacional. Llegó a convertirse en el analista de referencia del ministerio en materia de inversiones de ese Caribe al que ha vuelto después para protagonizar algunos de sus episodios más oscuros. A los que ahora se descubren con la sociedad escondida en Bahamas se le suma el viaje privado del que disfrutó hace unos meses, cuando pasó unas vacaciones a cuerpo de rey, invitado por Enrique Martinón, hotelero de Lanzarote también desnudado por los papeles de Panamá. Al exministro al que ayer el PP definía como "hombre honesto" no le pareció entonces extraño aceptar invitaciones de lujo de empresarios del sector hotelero sobre el que decidía. Como tampoco le pareció deshonesto en su día, entre 1995 y el 2002, simultanear su condición de accionista y gestor de empresas logísticas y navieras con sede en paraíso fiscal con la de consejero de la Autoridad Portuaria de las Palmas, presidente de la Zona Franca del lugar, o vicepresidente de la Caja de Ahorros de Canarias. Así es la "honestidad" en esta España en funciones, en la que la ciudadanía descubre únicamente ahora que José Manuel Soria no solo se parece a José María Aznar en lo físico: como al expresidente, al exministro le gusta torear a Hacienda con sus impuestos.

Así son los patriotas de esta España en funciones que deja a Soria sin funciones. Aunque hasta ayer las tuvo. Y grandes. Favoreció a las petroleras con las prospecciones y a las eléctricas con subidas draconianas de factura de la luz y con el famoso impuesto al sol. También alegró el bolsillo de constructores como otro viejo conocido de Mallorca, de Jaume Matas y de Son Espases: Florentino Pérez. De hecho el exministro ha sido el negocio más rentable de la ACS de Pérez: Soria aprobó dos indemnizaciones por valor de 1.600 millones de euros a ACS, tras paralizarle el almacén gasista marino Castor, sospechoso de estar en el origen de 500 terremotos en Castellón. Ese gas que no le iba a hacer mal a Mallorca hacía temblar a Castellón, para alegría de un Florentino Pérez, que, como dijo Emilio Butragueño, "es un ser superior". Divino. Y como tal está en todas partes, sobre todo si hay dinero público que cosechar.

Soria, alma de PP balear

También aspira a la ubicuidad el exministro con alcance multinacional, que lo mismo estrena empresa en Bahamas, que la cierra en Jersey o se le frustra el negocio en Escandinavia, como cuando unos viajes con un millonario noruego, Bjorn Lyng, le convirtieron en imputado por cohecho en el caso Salmón. Ironías de la vida, Soria no aguanta al PP balear pese a que podría integrarse perfectamente en él: como el expresident Cañellas con el túnel de Sóller, el exministro se libró del Salmón por la prescripción de los delitos tras un cambio de doctrina en el Supremo. Pero la habilidad para mezclar negocios privados con gestión pública que le podría haber hermanado con Matas no forjó una afinidad con Balears, sino todo lo contrario. Su fobia a Balears le llevó incluso a ocultar a los suyos antes de las elecciones algo que le habría venido bien al PP en campaña: que Cairn Energy, empresa que aspiraba a las prospecciones, había renunciado a ellas.

El exministro alérgico a Mallorca y a los impuestos solo se alineó con el PP de Balears hace unos meses, para afirmar que un tributo de esos que no se pagan en su Caribe, la ecotasa balear, es "un disparate". Lo dijo serio, circunspecto, altivo. Como es él. Muy redicho. Muy engolado. Muy gentleman. Muy de Jersey.

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