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Crisis de Gobierno

El final de novela de la consellera Camps

Hace tan solo unos meses Esperança Camps alababa por escrito a su equipo de "jóvenes ilusionados", son los mismos directores generales a los que en su estruendosa despedida tacha ahora de "infantiles y acomodados"

La exconsellera Esperança Camps.

En Mallorca hemos visto caer a políticos con un final de película. La estruendosa dimisión de la consellera de Transparencia tuvo el viernes tintes novelescos, más que de cine. Esperança Camps -que ahora vuelve a su condición de periodista y escritora- se despidió ante la prensa atacándola por haber propiciado su derrota. Denunció veladamente la traición de su amiga Maite Salord, y sobre todo cargó contra la conspiración de sus directores generales que han terminado con su carrera política. “Morir novelando”, resumió en un tuit plagado de sarcasmo y enfado su colega de siglas David Abril.

A juzgar por sus últimos libros publicados, a Esperança Camps le gusta el género policíaco. En La Cara B, editado el año pasado, la dimitida desarrolla el argumento a partir del hallazgo de los cadáveres de dos políticos involucrados en tramas corruptas con un conseller de altos vuelos de la Generalitat de Valencia.

Su última obra de ficción, L’illa sense temps, tiene como punto de partida una imagen “muy bestia, muy plástica” (en sus propias palabras): “Una anciana residente en el geriátrico de Ciutadella encontrada muerta con unas tijeras clavadas en la cabeza”. La ahora exconsellera recurre una vez más a una periodista como protagonista principal. En este caso se llama Júlia Cases, que aterriza en Menorca -la isla natal de Camps- sin saber muy bien por qué se la reclama a raíz de una mujer asesinada con el método descrito. El regreso a la isla le permitirá encontrar las claves sobre su pasado personal.

Algo de eso hay en el adiós rebotado como consellera de Esperança Camps. Muchos de sus compañeros de partido lamentan “la pataleta” que tuvo en su último acto como cargo público, y se fustigan por haber permitido que esta crisis de gobierno se les “haya ido de las manos”.

¿Qué ha pasado para que en menos de nueve meses una consellera solo se hable con dos de sus catorce altos cargos? Y que se marche acusándolos exclusivamente a ellos de ser los culpables del letargo de su departamento.

“Eso es lo que no ha entendido Esperança. Cuando tus directores generales, que son gente normal, sin malos rollos, que encima no se conocían todos entre ellos por ser mallorquines y menorquines, se unen tu contra, es que algo habrás hecho mal tú...” comparten la reflexión en Més per Mallorca.

El antes y el después

“Algunos comportamientos de mis directores generales han sido tan infantiles que ofenden a la inteligencia. En esta Conselleria se han producido debates tan estériles y discusiones tan absurdas que harían avergonzar a un niño”, les atacó Camps en su despedida. El 18 de julio de 2015, nada más estrenarse en Mallorca como consellera, escribía de su equipo en su blog: “Son personas jóvenes que llegan con toda la fuerza de las ideas y el conocimiento y sin mochillas que puedan lastrar el trabajo que harán”.

El viernes lamentó el “victimismo enfermizo” en el que “se han acomodado” sus directores generales “para no alcanzar los objetivos propuestos. Claro, es mucho más fácil acusar a la consellera de ineficaz”, remachó. El tono irritado choca con el utilizado por Camps en su balance de los cien primeros días del nuevo Govern, repletos de “trabajo intenso, de aprendizaje, de conjuntar a un equipo de personas cargadas de ilusión y de ganas y de muchas ideas para hacer que funcione la Conselleria”. En el texto, firmado el pasado 11 de octubre, vierte su agradecimiento a los mismos que ahora denosta. Entonces, hace tan solo cinco meses Camps celebraba que todos sus directores generales “remen con fuerza transformadora en la misma dirección”.

El viernes, antes de dimitir, Més per Menorca le impuso como condición para seguir que prescindiera de sus dos únicos leales, la jefa de gabinete y un asesor. Camps exigió la cabeza de Itziar Lecea, su jefa de prensa, y quitarse de encima a algunos altos cargos más. Era la compensación por el sacrificio de perder a su gente. No contó con que el resto de sus subordinados amenazarían con dimitir en bloque ante el vicepresidente del Govern, Biel Barceló. La todavía consellera entonces señala a Miquel Gallardo, el director general de Transparencia, como el principal urdidor del complot en su contra. A las 16 horas ella aún se mantenía en el cargo, pero se hundió tras constatar que Salord se posicionaba con Gallardo&cía. Había perdido el pulso, solo le quedaba irse. Un cadáver político a manos de sus cargos de confianza; todos los ingredientes de una trama de ficción.

¿Qué hará ahora?, fue la última pregunta de un periodista en su rueda de prensa final. “Escribir novelas”, respondió sonriente. Un final perfecto para una novela. Negra, o no.

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