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Lesionados medulares

Tratamiento sin salir de la isla

Desde el pasado mes de julio, el hospital Sant Joan de Déu dispone de 12 plazas de hospitalización para los lesionados medulares, lo que evita su costosa derivación al Instituto Guttmann de Barcelona o al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo

Una lesionada medular en la barra de ejercicios del amplio y diáfano gimnasio de neurorehabilitación del hospital Sant Joan de Déu. B. Ramon

"Antes contábamos con tan solo tres camas de hospitalización. Y atendíamos a pacientes con lesiones medulares menos complejas y de un perfil más geriátrico", explica Francesco Romano, médico rehabilitador de la consulta de lesionados medulares del hospital Sant Joan de Déu del Coll d´en Rabassa.

"Ahora disponemos de doce camas de hospitalización en las que podemos tratar a enfermos de mayor complejidad. Por ponerte un ejemplo, ahora estamos tratando a un joven de 22 años que nos llegó derivado desde Can Misses (Eivissa) con una lesión cervical alta", contrapone el facultativo incidiendo en que no solo han aumentado la complejidad de los casos que son capaces de abordar, sino también en la variación del perfil del paciente.

Junto a Alicia Montero, enfermera neurorehabilitadora de la unidad, explica que en el 70% de los pacientes la lesión medular ha estado provocada por traumatismos y, entre ellos, un 70% han sido ocasionados en accidentes de tráfico, otro 20% por caídas y el 10% restante por agresiones.

"El otro treinta por ciento de las lesiones medulares son a consecuencia de enfermedades específicas de la médula espinal y de tumores", completa Romano. "Y no por las intervenciones para extirparlos sino por la compresión que éstos ejercen sobre la columna vertebral", aclara Alicia Montero.

Esta unidad medular es la de referencia de las islas y la mayoría de sus pacientes son remitidos por hospitales del IB-Salut. Independiente de la procedencia del lesionado, todos ellos acaban en la más especializada UCI de Son Espases donde, una vez estabilizados a nivel clínico, son derivados a la unidad de este centro sanitario sin ánimo de lucro integrado en la red de hospitales públicos de esta comunidad gracias a un convenio especial que entró en vigor en 2013.

"Podemos tratar a casi todos los lesionados medulares a excepción de aquellos que precisen de una respiración asistida y monitorizada en todo momento, sufran complicaciones cardiovasculares o, en definitiva, que se encuentren en riesgo vital inminente. Estos pacientes sí tendrían que ser derivados a Barcelona o Toledo", matiza el doctor Romano.

Doce casos por millón

No obstante, se trata de los casos más extremos. La incidencia de lesiones medulares es de diez o doce por millón de habitantes y año por lo que la nueva unidad, con las citadas doce plazas, está bien dimensionada para las necesidades de este archipiélago, para evitar largos y costosos desplazamientos de los enfermos y sus familiares a la península.

Los especialistas explican que el abordaje de estas lesiones se completa en tres fases. La primera consiste en un programa de rehabilitación intensiva y paulatina durante los aproximadamente seis o siete meses en los que el paciente está ingresado. En la segunda fase, que se suele prolongar desde el año y medio hasta los dos, el lesionado medular ya recibe el alta hospitalaria y continúa asistiendo a las sesiones de rehabilitación aunque de forma ambulatoria hasta que el equipo que le atiende considera que ha completado el tratamiento.

La tercera fase, la de los controles periódicos que se deben realizar al menos una vez al año durante los primero cinco tras el alta definitiva y cada dos años durante el resto de su existencia, no es menos importante, recalca el doctor Romano.

"Con estos controles se manejan mejor los riesgos de complicaciones asociados a estas lesiones y está demostrado que reducen la morbilidad", asegura el facultativo, que revela que, hasta la creación de la consulta en el Sant Joan de Déu, muchos de los pacientes tratados en Barcelona o Toledo eludían estos controles periódicos para evitarse las molestias y los gastos que conllevan los desplazamientos a la península.

Y es que las complicaciones que pueden llegar a padecer estos pacientes son muchas porque, como recalca el facultativo antes de enumerarlas, "la lesión medular progresa con el paso del tiempo y la tienes para siempre".

"Úlceras por presión, dolor, alteraciones de los esfínteres, riesgo más alto de lo habitual de infecciones urinarias, problemas cardiovasculares y los inevitables riesgos de caídas", resume Romano el amplio catálogo de posibles complicaciones que amenazan a estos pacientes.

El trabajo de enfermería es fundamental para el abordaje de la incontinencia, muy común en estos lesionados medulares, ya que les instruyen en la colocación de las sondas y así ellos mismos pueden solucionar este problema y ganar independencia.

La lesión medular aguda tratada en esta unidad requiere de un amplio tipo de cuidados proporcionados por un equipo multidisciplinar que estos dos profesionales sanitarios proceden a enumerar temiendo a cada momento dejarse a alguien en el tintero: Médicos rehabilitadores; equipos de enfermería altamente especializados; trabajadores sociales encargados de gestionar las ayudas que requieren estos pacientes por su dependencia inopinadamente sobrevenida; fisioterapeutas; logopedas para tratar los problemas ocasionados en los nervios de la deglución durante las intervenciones en las vértebras; terapeutas ocupacionales; psicólogos clínicos; neurólogos, internistas y los no menos fundamentales auxiliares y celadores.

La unidad de lesionados medulares de este hospital creado por una orden religiosa también dispone, como no podía ser de otra manera, de un equipo de atención espiritual, aunque no solo para atender las necesidades de los pacientes católicos, como se apresuran a matizar el médico rehabilitador y la enfermera: "El paciente llegado de Eivissa es musulmán", revela Alicia Montero.

Para concluir, Romano recuerda como anécdota el caso de un lesionado medular con 40 años de evolución a sus espaldas que fue el paciente número 37 del centro especializado barcelonés "que llegó a conocer al propio Guttmann en persona y que nos ha reconocido el trabajo que realizamos".

La enfermera recuerda al paciente que llegó a la unidad "dependiente para todo, para su higiene personal, para vestirse, había que hacerle las transferencias con grúa... Y ahora, cinco meses después, se ducha y se viste solo y se pasa él mismo a la silla de ruedas", revela con orgullo Montero. El orgullo que se siente cuando una persona muy próxima con la que has convivido largos meses avanza y supera las adversidades con las que ha de acostumbrarse a vivir.

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