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La fiesta en paz

Los políticos fracasados se van a casa

Rajoy pierde en todas las quinielas.

Un silogismo como el que sigue se cobraría un rotundo suspenso de mi profesor de Filosofía Venancio Marcos. Sin embargo, ahí va este intento aristotélico de demostrar de forma deductiva que los actuales líderes políticos deben irse todos a casa si el 26 de junio los españoles son obligados a votar de nuevo.

El silogismo consta de dos juicios, denominados premisa mayor y premisa menor, en los que se comparan tres términos, y de ahí se obtiene un nuevo juicio como conclusión. Vayamos por partes:

Premisa mayor: todos los partidos políticos aseguran que los españoles les han dado el mandato de alcanzar acuerdos y que la convocatoria de nuevas elecciones generales supondría un rotundo fracaso.

Premisa menor: los políticos que fracasan deben hacerse a un lado y dejar paso a otros para que busquen nuevas vías de éxito.

Consecuente o conclusión: ni Rajoy ni Sánchez ni Iglesias ni Rivera, como políticos fracasados, deben ser los referentes de sus respectivas formaciones si nos abocan de nuevo a las urnas.

El argumento es sin duda perverso, y digno de un suspenso en la asignatura de Filosofía, pero un repaso a la hemeroteca le otorga cierta credibilidad y demuestra que son nuestro políticos los primeros que han asegurado que los votantes piden pactos.

A este mandato se refiere Albert Rivera cuando pronuncia estas palabras: "¿Alguien de ustedes tiene mayoría absoluta? A ver si todos somos más humildes y bajamos a la lección de los españoles. Cambio, diálogo y trabajo".

"Se acabó el sistema del turno, ha nacido una nueva España", fue la buena nueva anunciada por Pablo Iglesias en plena borrachera de votos. Pedro Sánchez proclamó tras el cierre de las urnas un giro a la izquierda, el que en su opinión habían reclamado los electores, y anunció la apertura de "una nueva etapa política en España que tiene que dejar atrás la imposición y abrir un proceso y un periodo de diálogo". Mariano

Rajoy se comprometió la noche del 20 de diciembre "a trabajar para llegar a entendimientos y acuerdos".

Han pasado 97 días desde las elecciones y ni España ha cambiado, ni el diálogo ha fructificado, ni se ha llegado a entendimientos y acuerdos. El tiempo corre de forma acelerada y ni siquiera se detiene cuando los políticos se toman las vacaciones de Semana Santa. El pacto tiene que llegar antes de que comience mayo.

Las opciones que se abren en este momento son básicamente dos. La primera es una alianza de izquierdas entre PSOE y Podemos con la abstención de alguna de las formaciones nacionalistas. Esta es la que, pese a las menciones de Pablo Iglesias a la cal viva, se va a negociar hasta dos días antes de que finiquite el plazo.

La otra, que solo se activará cuando apenas falten unas horas para la convocatoria automática de comicios, es la gran coalición del PP y PSOE. Si una semana antes, los partidos comienzan a dibujar un panorama apocalíptico de una España al borde de la ruina y rota por las tensiones nacionalistas, no le quepa la menor duda de que se está abonando el terreno para el acuerdo. Si los cuatro abecés de Madrid, como diría Matías Vallés, comienzan a publicar que Sánchez tiene madera de estadista, sabrán que las negociaciones más o menos secretas están muy avanzadas. Solo faltará la guinda de la renuncia de Rajoy a presidir el Gobierno. Dar "un paso al lado" podría ser una buena frase y nadie se fijaría en que se la ha copiado a Artur Mas.

En ambas situaciones el papel de Ciudadanos es irrelevante. Por muy simpático y agradable que Albert Rivera resulte a los españoles, y por mucho que se haya esforzado para lograr un pacto a izquierda y derecha, los dos grandes venidos a menos buscarán triturarlo antes que integrarlo.

Si finalmente llegamos a la tercera opción y hay nuevas elecciones, será en contra de la voluntad de los españoles. Será un fracaso y, ya saben, los políticos que fracasan deben marcharse a su casa. ¿O también en esto Spain is diferent?

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