­La juez de instrucción 4 de Palma, Piedad Marín Sánchez, se salvó ayer de los atentados en el aeropuerto belga de Zaventem por segundos. La magistrada llegó a la terminal de salidas coincidiendo con una de las explosiones y pudo ver como varias personas resultaban heridas por los cristales y contemplar el caos que se organizó en el lugar.

"Había salido de mi hotel a las ocho menos diez, el hotel está muy cerca del aeropuerto y hemos llegado a la terminal en unos diez minutos en autobús. Entonces hemos oído la explosión y he visto a varias personas salir corriendo, heridas y sangrando por cortes con cristales", explicó Marín pocas horas después de los atentados y recluida en un hangar de Zaventem.

Según la testigo, los heridos que vio no presentaban lesiones de gravedad: "Salieron por su propio pie, aunque iban sangrando".

No quiere protagonismo

La mallorquina resultó ilesa y no quiso tener protagonismo en una jornada tan negra: "Estoy bien, sin problemas, la peor parte se la han llevado los muertos y los heridos por los atentados". Marín se mostró resignada por lo ocurrido, aunque contenta por no haber sufrido daños personales.

La magistrada tiene una hija residiendo en Lieja (Bélgica) y tenía pensado regresar a Palma el pasado domingo. "No pude volver el domingo por la huelga de controladores franceses y conseguí un vuelo de regreso para hoy (ayer)".

La pasajera, al mediodía de ayer, estaba confinada en un hangar del aeropuerto, junto a otra multitud de viajeros.

"Aquí estoy evacuada en un hangar que está repleto de personas y estoy esperando poder regresar a Mallorca", comentó con gran entereza la juez. "Estoy buscando a ver si hay algún español para poder comunicarme y no estar tan sola", añadió.

"Nos han dado comida y agua, pero la gente se ha arremolinado como una jauría y solo he podido coger un polo", señaló respecto a las atenciones recibidas en el lugar de confinamiento.

La intención de la viajera era regresar cuanto antes a Mallorca, algo muy difícil debido al cierre del aeropuerto por motivos de seguridad tras los atentados y las complicaciones para devolver la normalidad a las instalaciones, lo que no se prevé hasta hoy. "Quiero volver a Mallorca y reincorporarme a mi trabajo, ya verás como regreso pronto", exclamó esperanzada. Piedad Marín es una persona muy aficionada a viajar, con su familia o sus amigas. Los atentados de ayer la cogieron, no obstante, sola.

En el juzgado de instrucción 4 se encendieron las luces de alarma a primeras horas de la mañana. Los compañeros de Marín sabían que ésta estaba en Bruselas y que tenían pensado regresar ayer a España. Los funcionarios trataron de ponerse en contacto por teléfono con la juez, pero las comunicaciones con Bruselas estaban colapsadas. Finalmente Marín envió un mensaje para tranquilizar a sus compañeros y les informó de que estaba sana y salvo, aunque había rozado el peligro muy de cerca.

Tomado por el ejército

Por su parte, el ciclista mallorquín del equipo suizo IAM Cycling Vicente Reynés encontró ayer a su llegada a la capital belga un país totalmente tomado por el ejército y sumido en el caos. El corredor aterrizó en el aeropuerto Charles de Gaulle sobre las 9.30 horas ajeno a cuanto sucedía en Bruselas. Fue allí donde se enteró de la noticia, en un aeródromo repleto de militares, policías y personal de seguridad, con mostradores y cafeterías cerrados a cal y canto.

"No dejaban salir a nadie de las instalaciones, nos han llevado directamente a la salida, el coche del equipo no ha podido venir a buscarnos a la puerta del aeropuerto y hemos tenido que andar cerca de un kilómetro hasta el control policial, para que nos recogiera allí", narra el ciclista mallorquín, que hoy y el domingo tenía previsto competir en la capital europea.

Lo primero que pudo constatar Reynés fue el tremendo impacto que causó el ataque a la ciudadanía belga. "Se veía a la gente muy triste, había muchos nervios", explica. Para colmo, nada parecía funcionar. "La red de teléfono está colapsada, los servicios de tren y autobús suspendidos", explica el mallorquín, que además señala que debido a la cancelación de vuelos por los atentados "más de la mitad del equipo -los que volaban al aeropuerto de Zaventem- no ha podido viajar".

Reynés explica además que su trayecto al hotel fue una auténtica odisea de más de cuatro horas. "Carreteras cortadas, autopistas colapsadas, controles policiales, con el ejército por todo", relata, fue el desolador escenario que el ciclista se encontró en su recorrido hacia la localidad en que se halla su hotel. Una ciudad completamente bloqueada, aturdida por lo que acababa de ocurrir y sumida en el desorden. "Ni siquiera tenemos noticias de lo que iba a ocurrir con la competición después del atentado", se lamenta el ciclista de IAM.

Mientras, el músico mallorquín Marc Melià, desde su barrio bruselense, lejos del distrito europeo, no fue testigo directo de los atentados, pero sí pudo notar la tensión en el ambiente. "Hemos escuchado ambulancias y helicópteros todo el rato", cuenta Melià, que se encontraba igual de impactado que sus vecinos por lo ocurrido. "Después de lo sucedidos el 13-N la población estaba aterrorizada, pero con el tiempo se había ido olvidando. Ahora volvemos a estar en shock".