­"Sabíamos que estábamos en el blanco de los yihadistas desde hace mucho tiemo, pero siempre piensas que no va a pasar". Así lo explica desde Mallorca, la eurodiputada balear del PP Rosa Estaràs, a quien un virus estomacal le impidió el lunes volar a Bruselas y estar en el escenario de la tragedia.

Desde la isla, la exvicepresidenta del Govern destacaba la "rabia, frustración, pena y el horror" por la "salvajada" de los atentados, que han golpeado "en puntos neurálgicos de la capital belga, tanto el aeropuerto como el centro de poder de las instituciones europeas y además en plena hora punta". El objetivo de los terroristas no deja lugar a dudas. "Han ido a por nuestro barrio", señala la europarlamentaria, quien recuerda que en la Eurocámara ya habían extremado la alerta subiéndola a amarilla -ahora está en naranja- tras los ataques de París, y que a su pesar se habían acostumbrado a convivir con militares, tanques por las calles y al aumento de controles de seguridad en las instalaciones.

Grupo mallorquín

"El grupo mallorquín se halla localizado y a salvo y ahora está siguiendo la situación para ver si puede regresar mañana [por hoy] si no le cancelan los vuelos", señaló Estaràs, que apuntó que el presidente del Parlamento, Martin Schulz, había suspendido todas las actividades y que se estaba trabajando en fletar autobuses para que los eurodiputados pudieran abandonar Bruselas por tierra, dado que muchos de los vuelos se habían cancelado.

Entretanto a Guillem Martorell, asistente parlamentario de Estaràs, una cita para un reconocimiento médico le salvó por unos pocos minutos de vivir muy de cerca la masacre de la estación de metro de Maelbeek. "He llegado un poco antes al Parlamento, si no me hubiera topado con las bombas porque la estación queda justo el recorrido que hago cada mañana", relata. "El centro de Bruselas es muy pequeño y este es un punto muy transitado en pleno barrio europeo", señala.

Desde la Eurocámara, de la que por la mañana no les dejaban salir, Martorell cuenta cómo tras el 13-N la sensación de inseguridad se instaló entre estos empleados públicos, si bien con el tiempo se desinfló una sensación de alarma que se reactivó la pasada semana con el arresto de Salah Abdeslam, presunto cerebro de los atentados. Ayer la pesadilla, volvió a sacudirles de pleno.

"Los ataques terroristas han supuesto un golpe a nuestra rutina de aquí, a nuestro día a día", señala Martorell, que admite que tenían claro que la amenaza se cernía sobre ellos, "sabíamos que esto podía pasar".