Exactamente 46 minutos después de que se inaugurase la feria turística de Berlín, comparecían la presidenta, Francina Armengol, y el vicepresidente, Biel Barceló, para contar que ya sabían lo que había pasado de ayer al próximo domingo. Dijeron que la cosa va de cine, que no quedará una cama, que habrá turistas hasta encima de los turistas (y no solo en Magaluf), y que todo ese alboroto tiene que convertirse ahora en alborozo: en beneficios para la sociedad balear. Vamos, nada que no les haya oído una decena de veces quien se haya tomado la molestia de escucharles. Solo que dicho en Berlín, que es más chic. Concluida la ceremonia de clausura, la presidenta y el vicepresident se fueron a inaugurar el stand.

Que es un decir: bien inaugurado estaba ya un stand que horrorizará a la oposición política, probablemente porque fue diseñado con ellos en el poder. Es casi el mismo de hace un año. Y de hace dos. Solo que lo han mejorado con un poco de lo que más faltaba: gusto. Bastaba con elegir bien las fotos y ponerlas a un tamaño visible. El resto es lo mismo, porque a los del nuevo Govern no les han dejado hacer más: el contrato con Turespaña y el Ministerio de Turismo estaba cerrado. Y Turespaña aún depende del ayer ministro de Turismo y hoy exministro en funciones José Manuel Soria, probablemente el ministro que más ha maltratado a los sucesivos gobiernos de Balears, así con el PP de Bauzá, como con el tándem PSIB-Més de Francina Armengol y Biel Barceló.

La feria de las vanidades y los touroperadores enfadados

Armengol y Barceló vienen del futuro, decíamos, pero no se crean que son tan especiales. Y no por que lo de venir del futuro se le ocurriese hace años a los creativos publicitarios de un anuncio de lejía. No. Es que el anterior president y su conseller de Turismo hacían lo mismo: sabían todo lo que les iban a contar en Berlín antes de llegar a la capital alemana. Y lo mismo se puede decir de casi todos los presentes ayer en el stand balear. Un día antes de inaugurar un espacio fundamentalmente concebido para compartir charletas y degustar vinos, los hoteleros y empresarios de sectores mucho menos lucrativos ya tenían claro que el verano les va a ir bien. Y la primavera también. Del mismo modo que adelantaban ya en el avión de rumbo a Berlín lo que van a contar estos días, eso de que está todo lleno, pero que ojo, que viene la ecotasa y cualquier día se recuperan los competidores. Nada que no hayan escuchado cien veces, solo que en Berlín, que ya saben que es más molón todo.

Y lo mismo puede decirse de los touroperadores, que antes de empezar la feria no solo saben cómo va a ir, sino que anticipan los problemas que surgirán en ella. Son futurólogos tan profesionales que incluso pasan con antelación y por escrito en una carta firmada por la patronal que agrupa a las agencias alemanas (DRV) los reproches que le harán a un Govern con el que ya saben, antes siquiera de hablar con sus políticos, que van a estar en desacuerdo.

Son talentos de la futurología más rutilantes y efectivos que Rappel y Nostradamus. ¿Cómo lo hacen? Fácil: políticos, hoteleros, touroperadores y forrados empresarios de negocios mucho menos lucrativos son los que controlan y mueven un cotarro que, por otra parte, se mueve solo sin ellos. Y se preguntará el paciente lector que se zambulle en estas líneas dedicadas a la enésima convención de Berlín de futurólogos venidos del pasado: si saben todo lo que habrá en la feria y ya han negociado todo lo que negociarán en la feria, ¿qué porras hacen en la feria? Más fácil aún: fotos. Se hacen fotos. Fotos con stand. Fotos con vino. Fotos con galletas. Fotos con modelos. Fotos con bicis. Fotos con tipos disfrazados de Pájaro Loco. Fotos con litografías (sea lo que fueren). Fotos con exministro en funciones. Fotos con revistas. Fotos de inauguración de hoteles que llevan un mes abierto, como el nuevo Riu Berlín. Fotos de unos con otros y de otros con unos. Fotos de sonrisas. Fotos de gozo y éxito.

Algunos trabajan

¿Quiere todo esto decir que a la feria van a posar? Sí, pero solo los que salen en las fotos, que en muchos casos desearían estar en otro lado trabajando de verdad. Pregúntenle a Francina Armengol en privado, que a mi no me deja contar que prefiere estar en Palma gestionando o haciendo como que gestiona, antes que en Berlín posando. Pero ayer tocaba sonreír para la estampa.

Mientras tanto, en el mismo circo, pero fuera de encuadre, hay cientos de personas y algún político trabajando. Estos días están por ejemplo en Berlín, batiéndose el cobre, los ejecutivos más preciados de empresas como Riu, Iberostar, Barceló, Meliá, Hm, Viva, Hipotels, Hyatt, MLL, City Sightseeing, Hotelbeds, y cientos más. Hay gente que en algunos casos es conocida, como el expresidente de la patronal hotelera y primera espada de Iberostar, Aurelio Vázquez, y otros directivos de menos exposición pública, como el primer ejecutivo de Barceló, Raúl González. A estos les costará verlos en la foto: estaban reunidos negociando duro, con lo que no había tiempo para mucho brindis. Y como ellos curraban los cientos de empleados de niveles intermedios que cierran los contratos con los que, en la próxima edición de la feria de Berlín, los que se hacen las fotos podrán volver a posar como futurólogos. Así funcionan las ferias, pero no se lo cuenten a nadie, que si la gente se entera de que lo que se ve es un circo y lo que importa apenas se ve, porque está todo hecho antes de la feria, igual cierran el chiringuito y alguno le toca pegar palo al agua. Así en la ITB Berlín, como en la WTM de Londres y la Fitur madrileña.

Al tema: las fotos

Confiando en su discreción, volvemos a las fotos. Ayer hubo muchas. La convención de futurología pasada, también llamada ITB, que cumple 50 años en esta edición, estaba tan llena de políticos como siempre. Estaban la presidenta y el vicepresident, ya saben, pero también el conseller de Medio Ambiente, cuidando el aire de la islas en Berlín. O el conseller de Turismo del Consell de Mallorca. O sus colegas de otros Consells y de algunos ayuntamientos con dinero para tirar en estas cosas. O una ensalada de alcaldes, con los de Palma y Calviá a la cabeza, acompañados de sus respectivos concejales y algún que otro cargo de empresa pública. Todos acompañados por varios asesores por barba o moño y unos cuantos encargados de prensa. Todos en Berlín con el turismo y de turismo, explicando que en Balears hay playa y sol, pero también bicis y deporte, y que los restaurantes dan de comer cosas ricas y tal. Y todos posando. Siempre posando.

Soria ante su miura

También posaba el ministro y casi exministro Soria, al que no le faltan arrestos, que es como describen a los valientes los taurinos y otras gentes en vías de extinción en la Mallorca libre de toros, que no de cuernos. Que Soria será lo que quieran, incluso una desgracia para Balears con su gusto por el petróleo marino, pero el ministro da el callo. En Londres, en noviembre, Francina Armengol le pintó la cara con una bronca pública por mal pagador, pero ayer Soria se puso ante el mismo miura (que es como llaman los taurinos a unos toros muy bonitos y grandotes a los que sacan de la plaza hechos rastrojo de albóndiga sangrante). Y esta vez la presidenta más brava no le pegó la bronca. Al fin y al cabo, Soria es casi un exministro y esta vez no estamos en campaña. Aún. Con lo que intercambiaron sonrisas y saludos, antes de que Armengol entrase en faena, que la presidenta posa mucho y sonríe más, sí, pero no se le escapa una opción de pegar una cornada. Ayer aprovechó para pedirle a Soria lo que le pide siempre sin éxito Balears a Madrid: dinero, para desaladoras esta vez.

El ministro apeló a su condición de exministro en funciones y sin funciones para sacar la muleta (el trapo del torero) y pegarse un par de manoletinas (mover el trapo, en el argot en extinción), diciendo que si las depuradoras revientan porque el Gobierno de Rajoy no ha mandado los 68 millones que prometió es cosa de otro ministerio con exministra en funciones. Y a otra cosa, que había que dar una conferencia en la que hablarle a la prensa europea del pasado, cuando era ministro y su Gobierno, según él, salvó España y la convirtió en la economía turística más competitiva, gracias a "la contención de costes laborales", que es como llama Soria a la bajada general de salarios de los españoles. Luego el que fuera ministro de prospecciones petroleras, el único hombre capaz de lograr que el expresident Bauzá abandonase la genuflexión capitalina para protestar contra alguien que pinte algo en su partido, se despidió de las ferias de futurología turística y cata de vinos como toca: haciéndose fotos. Y olé.