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Análisis: la Infanta y su monólogo, por Felipe Armendáriz

Análisis: la Infanta y su monólogo, por Felipe Armendáriz

Hemos esperado varios años para que la Infanta nos dé una explicación sobre su papel (presunto) de colaboradora de su marido para defraudar a Hacienda a través de la sociedad familiar Aizoon y estamos decepcionados.

La hermana del Rey ha optado, aconsejada por sus abogados, por hacer un monólogo exculpatorio, sin tener que responder a las preguntas incómodas e incisivas de Manos Limpias, la única parte que pide su condena.

La principal acusada, de cara a la opinión pública, puede quedar como una persona que tiene algo que ocultar o que no puede explicar por qué gastó cientos de miles de euros de su empresa Aizoon en fines particulares, ajenos a las tareas de consultoría e inmobiliaria de la sociedad.

Pero procesalmente su jugada es efectiva: ahora la pelota está en el tejado de Manos Limpias, que tendrá que esforzarse mucho en buscar pruebas incriminatorias contra la exduquesa de Palma.

A doña Cristina, como acusada, le corresponde el derecho a guardar silencio, contestar parcialmente o mentir. Y bien que ha ejercido esas prerrogativas.

La hija del rey Juan Carlos está, desde el jueves, más cerca de ser absuelta que de ser declarada culpable, aunque les pese a aquellos que ven clara su complicidad en los chanchullos de su marido.

La suerte de Iñaki Urdangarin no está tan clara, para desgracia del matrimonio que hasta el caso Nóos era modélico y respetado.

El cuñado del Rey y Diego Torres no han sabido justificar cómo los fondos públicos acabaron en sus bolsillos y por qué una asociación sin ánimo de lucro les permitió unas ganancias millonarias.

Queda juicio para rato. Se acerca el tsunami testifical y luego vendrán los peritos de Hacienda y la Policía, con sus informes demoledores para la trama.

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