Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La fiesta en paz

Policía Local: tengan cuidado aquí dentro

¿Qué busca Antoni Morey con sus ´reflexiones´?

'Canción triste de Hill Street' fue una serie televisiva de éxito que se emitió en los años 80. Marcó un nuevo estilo en las producciones de ambiente policial. Ya no se narraba una historia simple sobre una investigación. Los casos se mezclaban con problemas personales de los agentes, sus dudas y sus contradicciones sobre la ética de su trabajo. El capitán Furillo era el protagonista y, a la vez, el más atormentado de todos cuantos pisaban la comisaría. Cada capítulo comenzaba con la reunión en la que el sargento Phil Esterhaus repartía los trabajos a los agentes. El encuentro se levantaba con una frase que quedó grabada las mentes de los televidentes de la época: "Tengan cuidado ahí fuera".

Si en la Policía Local de Palma se celebra al principio de la jornada laboral una reunión semejante, el mensaje del suboficial encargado de coordinar los trabajos debe ser ligeramente diferente. Algo así como: "Tengan cuidado aquí dentro".

El cuerpo de seguridad palmesano lleva años en el centro de la polémica. En concreto desde que un día entraron en el cuartel de San Fernando un juez y varios agentes de la Guardia Civil para incautarse de unos ordenadores. Solo buscaban pruebas del amaño de unas oposiciones. Pero tirando del ovillo se han encontrado una presunta trama de corrupción relacionada con la patrulla verde y empresarios de la noche palmesana. Una quincena de policías están en prisión provisional y bastantes más están siendo investigados.

Es un drama para un cuerpo que, multas de tráfico aparte, tendría que ser visto como un aliado por parte de los ciudadanos. Por si la situación no era suficientemente grave, el comisario Antoni Morey, jefe de todos ellos, escribe dos textos cuyo contenido es sobradamente conocido a través de las páginas de Diario de Mallorca. Defiende sin dudas -¿de verdad no tiene ninguna?- a los investigados y arremete contra la Justicia de la que es servidor. En lugar de poner luz, orden y paz sobre los hechos, como sería su obligación, echa gasolina al fuego. Por si fuera poco, sostiene que la inmensa mayoría de la organización le apoya. ¿En qué? Si es en que el cuerpo merece respeto, todos podemos estar de acuerdo. Si tiene este respaldo mayoritario en sus críticas al juez y al fiscal y en su defensa a ultranza y sin matices de los encarcelados, el cáncer está más extendido de lo que pensábamos.

Un terremoto tiene un epicentro limitado, pero sus temblores devastan todo cuanto encuentran en un radio de decenas de kilómetros. Lo mismo ocurre en la Policía Local de Palma. Es posible que la corrupción esté limitada a un 2% de sus miembros -un porcentaje no pequeño-, pero sus consecuencias sacuden a todos. Y las palabras del destituido Morey no hacen sino agravar la destrucción.

Siendo, como es, gravísimo el epicentro de la corrupción policial, sus efectos devastadores se extienden al conjunto de la organización. Las cuestiones importantes quedan aparcadas hasta que se reconstruya todo cuanto ha sido demolido.

La cúpula se ha derrumbado. No hay un motivador al frente de unos policías que están desanimados. Al contrario, todos los que se han ido sucediendo al frente del cuerpo han caído fruto de la investigación judicial o de sus errores.

Se debería estar debatiendo el modelo de policía y ni siquiera tenemos unos líderes que encaucen la reflexión. No se sabe si Palma necesita una policía dura como la promovida en tiempos del alcalde Mateo Isern o una cuya cercanía aporte tranquilidad al ciudadano. Se desconoce si queremos agentes preferentemente dedicados a la investigación de delitos o a la presencia en la calle para actuar como elemento disuasorio frente a los delincuentes.

Los semialcaldes Hila y Noguera, la concejala Angélica Pastor, los actuales y futuros oficiales del cuerpo de la Policía Local e incluso la oposición, responsable en buena medida de la situación actual, deben atarse los machos para pacificar el cuerpo y devolverle el prestigio que jamás debió perder entre los ciudadanos.

Compartir el artículo

stats