La infanta Cristina continuó ayer con el mismo pose que marcó desde que llegó el primer día a la sala del juicio del caso Nóos. Lleva cuatro días sentada en el banquillo de los acusados y apenas se mueve. Ni siquiera habla ya con la persona que tiene a su lado, que es Salvador Trinxet, el experto abogado en inversiones en el extranjero. Pero ayer hizo algo que no había hecho en las jornadas anteriores. Llevó una especie de cuaderno que utilizó para ir anotando algunos temas que le interesó. La verdad es que no escribió muchas cosas, solo las que entendió que eran más interesantes, posiblemente para defenderse.

La jornada de ayer no iba con ella. Matas no la mencionó ni en una sola ocasión, porque en realidad no intervino en ningún momento para que Balears patrocinara con dinero público los proyectos que encabezaba su marido. Y tampoco la mencionó el excontable de Aizoon, su empresa familiar, a pesar de que durante algún tipo estuvo asegurado en esta sociedad. Marco Tejeiro no la implicó en ningún momento ni en la fabricación de facturas falsas, ni en la contratación de empleados ficticios para Aizoon y mucho menos en las maniobras para que el dinero saliera de España rumbo al extranjero.

No se la vio hacer ningún tipo de gesto extraño cuando el antiguo contable iba confesando todas las irregularidades que se habían cometido en el instituto Nóos, donde ella había aceptado formar parte del consejo de administración, aunque sin ningún tipo de función ejecutiva

La hermana del Rey volvió a entrar y salir del edificio donde se celebra el juicio del caso Nóos acompañada de su marido. El juicio se prolongó mañana y tarde. Al mediodía el matrimonio no salió del edificio. Se supone que algún empleado les facilitó algo para comer. Por la tarde fueron los primeros en marcharse.