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Demografía

Hijos de la inmigración: el reto de integrarse

Según los estudios, el rechazo de los baleares a la inmigración va en aumento - La segunda generación sigue estigmatizada

Mientras en Europa los partidos de ultraderecha siguen en auge (basta mirar a la multicultural Francia y los resultados en la primera ronda de las elecciones regionales), los últimos estudios de la Fundación Gadeso sobre la inmigración en el archipiélago han puesto sobre la mesa una realidad: el rechazo de una amplia mayoría de la sociedad balear hacia la inmigración. Según el Cuaderno Gadeso publicado en noviembre, un 82% de la población cree que viven "demasiados" inmigrantes en el archipiélago: diez puntos porcentuales más respecto a 2012.

¿Más datos? El 86% cree que las personas que llegan de otros países "quitan los puestos de trabajo a los autóctonos" y al mismo tiempo un 95% cree que deberían ser expulsados si permanecen "mucho tiempo sin trabajar". Este recelo por motivos laborales se centra más en los inmigrantes que tienen su situación regularizada.

Los inmigrantes que no tienen la documentación en regla son los que están peor vistos y casi nueve de cada diez encuestados cree que deberían ser expulsados. En este caso, el rechazo viene porque los identifican con inseguridad y delincuencia; creen que hacen un uso abusivo de los servicios públicos y propician la economía sumergida.

Antonio Tarabini, sociólogo y presidente de la Fundación Gadeso, indica que estos resultados son similares a los de otras comunidades y sitúa el momento en el que se realizó la encuesta para contextualizar más las respuestas: por un lado, se realizó en plena crisis de los refugiados y por otro, coincidía con el fin de la temporada turística. "Es un momento en que miles de personas se han quedado sin trabajo y ven a los inmigrantes como adversarios laborales", razona. Además, y aunque se supone que la economía está remontando, sostiene que la crisis ha dañado mucho a una clase media que, según el sociólogo, "ha perdido la perspectiva" y "ha ido generando resentimiento".

Por otro lado, la idea que algunas voces han difundido de asociar refugiados con peligro "va calando y también genera rechazo". ¿Y esa oleada de solidaridad que supuestamente se despertó con imágenes como la del niño fallecido en la playa? "Fue un momento, ya pasó para la mayoría", apunta, "son cosas que van como modas".

Es llamativo que entre los que creen que hay demasiados extranjeros viviendo en Balears no solo están los ´autóctonos´. También opinan así los que llegaron hace cuarenta años de otras regiones de España e incluso los extranjeros que llevan varios años viviendo en las islas. Y es que para ellos, todos los que lleguen después se convierten también en "adversarios laborales".

Antoni Salvà, catedrático de geografía humana, también sostiene que los últimos inmigrantes que han llegado no quieren tampoco que vengan muchos más extranjeros: "Es el miedo a que haya más competencia". Confirma que la crisis ha empeorado la percepción del fenómeno migratorio, aunque antes los mallorquines ya recelaban de la llegada de trabajadores de otros países . Así lo comprobó Salvà junto a Margalida Gamundí en un estudio que realizaron sobre el tema en 1997, con una economía en teoría desbocada.

"Había siete niveles de preguntas y según iban siendo cada vez más cerradas, aumentaba el rechazo", rememora Salvà. Así por ejemplo si preguntaban si defendían la inmigración, así en abstracto, la mayoría contestaba que sí. Si la pregunta era si tendría algún problema con tener un vecino inmigrante, ya eran menos los que decían que sí. Si se casarían con alguno, ya lo decía una minoría. Recuerda que en Palma los porcentajes de rechazo eran más bajos que en la part forana, donde les llamó la atención que el recelo se daba incluso entre los más jóvenes.

En aquel entonces los datos ya hablaban de una sociedad que no estaba muy satisfecha con la llegada de la inmigración, pero para Salvà está claro que "hemos ido hacia atrás en integración". Tarabini también recuerda que antes de de la crisis ya se registraban opiniones contrarias a la inmigración, pero en esos momentos la justificación entonces se centraba en algunos problemas de convivencia, nadie hablaba de cuestiones laborales.

Para el sociólogo la situación es ahora mismo un "caldo de cultivo". ¿Estallará algún día un conflicto grave? Ha habido problemas puntuales de convivencia en puntos como Son Gotleu o el Polígono de Levante, rememoran tanto Tarabini como Salvà, sobre todo debidos a diferentes estilos de vida, temas de ruidos... Si no queremos llegar a extremos como los disturbios que se vivieron en París en 2005, el catedrático cree fundamental lograr la integración real de la segunda generación, los hijos de inmigrantes ya criados aquí.

Los jóvenes se sienten parte de esta sociedad, pero a la vez siguen arrastrando cierto estigma y "no encuentran oportunidades" (la crisis tampoco lo facilita). "También han de subir al ascensor social, como los autóctonos; si ellos van en el montacargas hay riesgo de explosión", apunta Salvà. El presidente de Gadeso sostiene que ese ascensor ya no sube, ni para los de aquí ni para los de fuera, aunque coincide en el papel clave de la segunda generación. Cree que para estos jóvenes superar el muro del paro y acceder a un trabajo puede ser más complicado. Señala que muchos de ellos son víctima fácil de esa lacra que es el abandono escolar y que un porcentaje muy reducido está llegando a la universidad: "Los hijos de los inmigrantes no quieren irse de aquí, se sienten de aquí, pero tampoco acaban de estar integrados".

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