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Él: "Estoy hasta las narices de ver al obispo en mi casa"

Salinas se convirtió en el obispo particular de una feligresa, por supuesto aristócrata, a la que contrató, con la que intercambió alianzas y mimos durante cientos de horas a solas, y en cuya lujosa finca disfrutó de largas estancias. Sin duda, un ejemplo de la Iglesia del Papa Francisco.

Mallorca ha tenido su primera obispa, y nosotros sin enterarnos. O quizás sí, porque el domingo pasado citábamos los amores impíos de La Regenta, con sus escarceos episcopales no consumados. Fermín de Pas y Javier Salinas, dado que este follón lo ha montado un prelado siervo de la aristocracia, que se creyó por encima del bien y del mal. En Roma tienen al Papa de los pobres, en Mallorca nos hemos de conformar con el obispo de los cursis.

“Él”, porque así llama el obispo al marido del matrimonio que ha destrozado según los cánones eclesiásticos, lo tuvo claro antes que los tortolitos. Echaban chispas sus ojos aristocráticos, al ver cómo sus bodas de plata se convertían en unas nupcias donde Salinas era oficiante a la vez que novio, y a las que Él solo acudía como testigo. Entonces surgió de su boca la maldición definitiva: “Estoy hasta las narices de ver al obispo en mi casa”. Y advirtió a monseñor del daño que le estaba haciendo.

El pecado burgués ni es pecado ni es nada, hay que pecar entre los grandes de España. El obispo no solo se invitaba a comer, y sobre todo a beber, en la finca de Él. También disfrutaba de largas estancias en la possessió, gratis total, uno más de la familia. El pasado verano presidió allí la cena cenital de la nobleza. “Nos pareció raro”, admite un comensal sensato. Todavía más raras, las dilatadas ausencias de Salinas y la anfitriona. Todavía más raro, el discurso del prelado. Más raro aún, que al volver de uno de sus apartes efectuara la imposición de manos en regiones inapropiadas de las anatomías femeninas congregadas, aunque seguro que no lo recuerda. Todo muy raro.

Los hechos apostólicos: Salinas se convirtió en el obispo particular de una feligresa, por supuesto aristócrata, a la que contrató con dinero de la Iglesia, con la que intercambió alianzas y mimos durante centenares de horas a solas y a escondidas en su residencia episcopal o en interminables conversaciones telefónicas de madrugada, y en cuya magnífica finca disfrutó de prolongados días de descanso. Sin duda, un ejemplo de la Iglesia del Papa Francisco.

“No desearás a la mujer del prójimo” no es un precepto del programa de Podemos. Figura entre los mandamientos bíblicos por la proclividad del ser humano a incumplirlo. En mi triste experiencia, los machos de la especie somos candidatos a enredarnos en tan reprobable encomienda. Adoptamos sin embargo una precaución mínima, no ser obispos. Tercia un próximo a la pareja -cómo que a cuál pareja, a todas las de esta página-, “no me extraña nada lo que se ha publicado, andaban todo el día juntos, daban mala interpretación”.

Una vez aclarado que la castidad tiene el mismo predicamento y seguimiento entre los sacerdotes que en el resto de la población no aristocrática, vamos a por la pasta. El amor no está reñido con el dinero. Las colaboradoras íntimas del obispo se personan ante el encargado de las cuentas diocesanas para reclamar un sueldo concreto y la inclusión en la nómina episcopal. El buen gestor palidece y dice que no puede hacerlo. Ella le replica que sí podrá, y por decreto de Salinas, puede. En un santiamén.

Le pides hoy a un andaluz camuflado que te recite ocho apellidos mallorquines para desenmascararlo, y empieza por “España,...”. A propósito, María Salom de España vive en primera persona el drama de sus cuñados. En la recepción del día de la Constitución, la diputada del PP y el obispo recién llegado del Vaticano donde denunció los problemas psicológicos de Él, se enfrascan en una conversación a solas de 42 minutos, ajenos a las autoridades circundantes. Una entrevista más breve que las llamadas de su cuñada a su obispo privado a las 2.00 de la madrugada. En síntesis, “no podemos frenar a mi cuñado”.

No hubo relación, hubo adicción. Un día la contrata sin la aprobación de sus próximos, al siguiente la despide. Un día se pone la alianza, al día siguiente se la quita porque “no es oportuna”. Son los síntomas irremisibles del enamoramiento o “imbecilidad afortunadamente transitoria” del psicólogo Don Camilo José Cela. Piensen en un obispo que se hace besar simultáneamente el anillo de Dios y de la otra, igual que el Rey pronuncia su mensaje de Navidad en presencia de un objeto regalado por su entrañable Corinna. La “pubertad tardía” del satánico Jaume Santandreu, quién supiera igualarle la escritura.

Él denuncia una “relación impropia”, hubo horarios impropios. Salinas ha demostrado una alarmante falta de profesionalidad. Suerte que tenemos otros sacerdotes, pero no los parásitos que denuncian al prelado a las espaldas que luego palmotean solidarios. El obispo ha desatado “conscientemente” una espiral que desemboca en la Santa Sede. Las plañideras hipócritas lloriquean los daños colaterales, ¿y el perjuicio a la reputación de Mallorca, que subvencionaba desde el Consell de Salom la finca de sus cuñados?

Resumen de lo publicado. “He mentido”, mintió el prelado. ¿Contrataría usted como obispo a Salinas?, ¿qué crédito merece un individuo que emite un comunicado bajo la cruz de Jesucristo, mintiendo deliberadamente sobre una visita al Vaticano por “temas patrimoniales”, para después confesar su errata en “temas matrimoniales”?, ¿cuántos sacerdotes van a salvar su pederastia gracias a la pérdida de autoridad del juez supremo de la diócesis?, ¿cuántas propiedades de los mallorquines serán urbanizadas para pagar a los buitres que ayuden a ocultar las vergüenzas del obispo?, ¿qué opina el gran inquisidor jesuita Luis Ladaria, compañero de estudios de Él en Montesión? Y así sucesivamente. Estas cosas con Murgui no pasaban. Solo puso un ascensor sin licencia, no fue licencioso.

Vean La langosta si quieren parecer más listos que yo y añoran al Buñuel de esta página. Vean El puente de los espías o Salvad al abogado Ryan. Tras admirar a Mark Rylance, imaginen contemplarlo in vivo sobre un escenario londinense.

Reflexión dominical nostálgica: “Estaba seguro de añorarla cuando le dejara, pero no acababa de marcharse”.

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