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Beethoven emociona más que Goya

La UIB ha participado en un estudio que prueba que la música genera emociones más intensas que la pintura y que un cuadro desagradable no se ve tan mal si de fondo suena música alegre

Beethoven emociona más que Goya

¿Qué sentimos ante un cuadro de Vincent Van Gogh? ¿Y cuándo escuchamos la Sinfonía nº9 de Ludwig Van Beethoven? ¿Son sentimientos comparables? ¿Son universales? Y si escuchamos la pieza del compositor alemán mientras observamos un cuadro de genial pintor holandés, ¿la emoción es la misma o se intensifica?

Ésas son algunas de las preguntas iniciales que impulsaron el estudio Emotional Dimensions of Music and Painting and their Interaction, recientemente publicado en la revista Spanish Journal of Psichology y en el que ha participado Pedro Montoya, catedrático del Departament de Psicología de la Universitat e investigador principal del grupo de investigación en Neurodinámica y Psicología Clínica.

Entre las conclusiones principales que ha arrojado el estudio está el hecho de que la música provoca emociones más intensas que la pintura. Y eso a pesar de que buena parte de nuestros recursos cerebrales para procesar estímulos se dedican a atender a lo visual, frente a otras modalidades sensoriales: "El estado afectivo que puede producir escuchar música es más intenso que el provocado por la contemplación de una pintura", indicó Javier Campos-Bueno, investigador de la facultad de Psicología de la Complutense de Madrid, quien junto al músico Octavio DeJuan-Ayala, inició esta investigación al empezar a darle vuelta a una pregunta: ¿es universal el concepto de lo que es agradable en el arte de lo que n0?

Montoya ya había colaborado con Campos-Bueno en otras investigaciones en el área de las emociones, hasta ahora más relacionadas con el dolor. Esta vez se sumó al equipo para moverse en el ámbito contrario: el placer.

Según explicó el investigador de la UIB a este diario, para llevar a cabo el estudio hicieron pruebas a dos grupos de estudiantes -participaron un total de 358 estudiantes de entre 16 y 35 años- y analizaron de qué forma estos reaccionaban ante diferentes estímulos pictóricos y musicales seleccionados previamente.

En la primera de las pruebas, los participantes contemplaron 52 obras pictóricas y escucharon otros tantos fragmentos musicales de forma separada y aleatoria, para indicar el grado de felicidad que les despertaban y el nivel de excitación o calma. Las obras elegidas representaban diferentes épocas y culturas de Oriente y Occidente.

Las piezas musicales que obtuvieron las puntuaciones más altas (arrojaron los niveles más altos de felicidad y excitación) fueron el góspel del inicio de la película Hércules, de Disney; el Himno a la alegría (9ª sinfonía) de Beethoven, y un fragmento de la marcha del príncipe Alí en la película Aladdín, también de Disney.

En cuanto a los cuadros, las más valoradas fueron Tránsito de la Virgen, del pintor barroco José Antolínez, y Rosas, de Vincent Van Gogh. En el otro extremo, está Saturno devorando a su hijo, de Francisco de Goya, que fue el que causó un mayor desagrado a los participantes, aunque a la vez también les generó una gran excitación. De igual forma reaccionaron al escuchar, una vez más, la mítica banda sonora de Psicosis, de Alfred Hitchcock, durante la escena del asesinato en la ducha.

Montoya precisó que además de mostrarles las obras y piezas musicales por separado, también se las enseñaron combinadas de todas las formas posibles (cuadro agradable con música desagradable; pintura desagradable con música agradable...).

El objetivo: estudiar la importancia del contexto. "Nunca observamos la belleza de una pieza de forma totalmente aislada", razonó Montoya. La investigación concluyó que el contexto afecta mucho a la percepción de hasta qué punto es agradable o no la obra de arte, cambiando mucho la percepción y el efecto que causa en el cerebro.

Así, en la segunda prueba se combinaron música y pintura teniendo en cuenta su valor afectivo, y se evaluó cómo se influían mutuamente, además de estudiar los cambios afectivos que se habían producido. El equipo montó 32 vídeos en los que se combinaban 32 obras de arte con 32 fragmentos sonoros.

El investigador de la Complutense señaló que "una pintura desagradable pierde ese valor cuando se combina con una música muy agradable", como pudieron comprobar con Saturno devorando a su hijo, que acompañado de música alegre no fue percibida como algo tan desagradable como parecía cuando se observaba sin música de fondo.

Sin embargo,

Campos-Bueno destacó como muy llamativo que "la interacción entre música y pintura no es del mismo tipo y mientras la música incrementa el valor agradable de una pintura, al contrario no sucede lo mismo (una música desagradable sigue percibiéndose como tal a pesar de que se muestre a la vez una pintura agradable).

Además de la Universitat de les Illes Balears y de la Universidad Complutense de Madrid, han participado en el estudio el Conservatorio Profesional de Música de Alicante, la Universidad de Tübingen (Alemania) y el Hospital San Camilo (Italia).

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