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Miquel Comas dimite por haber dicho la verdad sobre la UIB

Fundé la UIB, así como suena y según consta en el Boletín Oficial del Estado. Está claro que no fue mi mejor día...

Miquel Comas explica su dimisión como teniente de alcalde de Cort. Su mayor triunfo político consiste en haber desmontado la pantomima de las juntas de contratación de la UIB, al plantear y ganar un contencioso contra la Universitat en que iba a doctorarse.

Fundé la UIB, así como suena y según consta en el Boletín Oficial del Estado. Está claro que no fue mi mejor día. Si la aristocrática Universitat no estuviera muerta —perdón, fosilizada—, jamás hubiera permitido que los profesores de enseñanzas medias le arrebataran a los pomposos catedráticos la defensa de la identidad de Mallorca maltratada por Herr Kommandant Bauzá.

Y si la UIB no estuviera muerta —perdón, disecada—, le rendiría un homenaje al ya exconcejal palmesano Miquel Comas, por haber desmontado la pantomima de las comisiones de contratación del profesorado. Se arriesgó para ello a plantear un pleito contencioso contra la Universitat de la que dependía la obtención de su doctorado. Ganó por dos veces, porque un magistrado anuló el procedimiento. Y se lo contó a ustedes en una entrevista publicada en este diario en agosto de 2014, que tuve el honor de firmar.

Seis meses después de la publicación —repito, seis meses después—, Comas iniciaba su carrera política hacia una concejalía por Som Palma. Entonces, seis meses después, tres profesores de la UIB sufrieron súbita y simultáneamente un absceso en su honor. Se sintieron repentina y mutuamente infamados por ofensas que soy incapaz de localizar en la entrevista. Cada uno de ellos le reclama al exconcejal diez mil euros por un texto en que no aparecen sus nombres, y cuyo meollo es una sentencia contra la UIB que la propia Universitat ni recurrió ni cumplió.

Comas dimite tras haber conquistado cinco regidores en Cort, cifra histórica solo al alcance hasta ahora de PP y PSOE. Por fortuna, sus palabras en la entrevista siguen vigentes, como un alegato a favor de la UIB que pensábamos haber creado a finales de los setenta. Los profesores que alardean de la libertad de cátedra, son más remisos a conceder la libertad de crítica a sus alumnos y contribuyentes.

Profesores valientes como Camilo Cela, Alexandre Miquel o Antoni Gomila apoyaron por escrito in extenso el criterio de Comas. La Síndic de Greuges, una Joana Maria Petrus de la que nunca sabes qué pensar, fue más dura que el exconcejal en un informe demoledor. Ante la proliferación de casos viciados, reclama “la necesidad de disponer de un baremo detallado, objetivo y preciso que permita valorar los méritos de forma objetiva e idéntica para todos los aspirantes”. O sea, que las comisiones de contratación son subjetivas y arbitrarias. Pide que se “controle de forma específica la composición de órganos de selección”. O sea, que se conforman caprichosamente. Denuncia que “en la UIB se emplean méritos o criterios de valoración distintos” a otros centros. O sea, que se selecciona frívolamente al profesorado. Detecta “disfunciones en los procedimientos”. O sea, que las contrataciones carecen de fiabilidad. Qué raro que nadie la haya demandado. Por lo menos, mientras no regrese a la política activa.

Agradezco sobremanera a este periódico que haya rescatado esta semana la entrevista a Comas en su edición digital, infundiendo nueva vida a las respuestas del entonces alumno que se jugaba el doctorado por sus convicciones. No voy a defender sus respuestas, pero sí a mantener mis preguntas sobre la vinculación de nuestro padre europeo Jürgen Habermas con la Escuela de Frankfurt, que ocupa cientos de miles de páginas de Google:

-Tal vez confundieron al filósofo con Thomas Habermas, defensa del Bayern.

-Habermas es el último europeo, un concepto demasiado elevado para una universidad provinciana.

-¿A Darwin ya lo enseñan en la UIB, o seguimos anclados en el creacionismo?

Dado que la UIB goza de una escuela católica de Periodismo a falta de otra islámica, estoy dispuesto a someter mis cuestionarios a censura previa, o a formular a los profesores entrevistados una pregunta única:

-¿Me pongo a sus pies, señor catedrático, o basta que le bese la mano?

Vayamos con el titular, que ha ofendido mucho. “En la Universitat hay mucha casta y poca democracia”. También podemos modificarlo a gusto del claustro: “En la Universitat hay poca casta”.

Con permiso de la autoridad, prefiero seguir preguntando a concejales triunfales como Guillem Balboa Buika, también funcionario de la UIB y no demandado:

-¿Los catedráticos tienen más ego que los políticos?

-Como gremio, los catedráticos son un colectivo de medalla en cuanto a egos.

¿Saben lo más divertido? He entrevistado al presidente de la comisión de contratación de Comas y demandante, en la misma habitación, en la misma silla, durante el mismo tiempo, dedicándole el mismo espacio en el periódico, con el mismo número de preguntas, con una foto del mismo tamaño y una sola particularidad diferencial. No obtuve una sola respuesta que mereciera la pena, probablemente por la incuria de mis preguntas. Y créanme, después de haber realizado tres mil entrevistas sin una sola demanda a mis víctimas, reconozco una charla insustancial en cuanto la huelo.

La nueva política se inventó para que personas del estilo de Comas accedieran a cargos que les corresponden por formación y energía, sin ser frenados por la nomenklatura de partidos antediluvianos. Eso sí, son ingenuos y falibles. El exconcejal no sentía animadversión hacia su tribunal. Me reiteró que no tenía nada contra el ganador. Habitualmente, los defensores de una causa propia la distorsionan y exageran por justa que sea, desean retozar en el victimato. Comas no me suministró ni un dato desvirtuado. Sé que hay dos partes en cada argumento, pero siempre elegiré al débil. En especial, cuando la UIB, que creé y creí, tolera que se transforme al damnificado en culpable.

Reflexión dominical irrecuperable: “La força de les temptacions desateses”. (Biel Mesquida, Trémolo).

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