­Paco Martínez Lázaro no da crédito a lo que le ha pasado a su hermano. La verdad es que resulta incomprensible: Andrés, de 58 años, falleció el miércoles 9 en el servicio de Urgencias del hospital ibicenco de Can Misses, pero nadie avisó a su familia y su cadáver permaneció durante cinco días olvidado en una cámara frigorífica en el depósito del centro.

Andrés iba perfectamente identificado, según explica Paco muy indignado: llevaba en su cartera su DNI con la dirección en la que aún vive su exesposa en Vila; dos carnés de voluntario de la Cruz Roja; tres tarjetas de visita de esta entidad; su permiso de conducir y varios teléfonos anotados en papeles sueltos, entre ellos el de su hermano. Pero nadie del hospital se puso en contacto con la familia para comunicarles su muerte.

Un portavoz del Ib-Salut explicó el miércoles a este diario que cuando cambió el turno a última hora de la mañana del día 9 "no hubo un traspaso de la información adecuado, conforme al protocolo". Es decir, los del turno que salía no informaron a los del turno que entraba de que no habían podido localizar a los familiares de Andrés Martínez. Y nadie se ocupó de buscarlos mientras el cadáver seguía en el depósito día tras día.

Paco Martínez también está indignado por la versión de los hechos que facilitó el portavoz del hospital, que aseguró que los celadores descubrieron el lunes que había un cadáver en el depósito al que no había reclamado Pompas Fúnebres y que una trabajadora social del hospital "investigó" hasta dar con la familia del fallecido y avisarla. No fue así, nadie del hospital les llamó: lo hizo la voluntaria de Cruz Roja que el miércoles había llamado a la ambulancia que llevó a Andrés al hospital el día 9.

El relato de Paco Martínez es muy diferente a la versión oficial. Andrés era voluntario de Cruz Roja y por la noche cuidaba a un hombre mayor que tenía el servicio de teleasistencia de esta entidad. El día 9 por la mañana Andrés se sintió mal (padecía una grave enfermedad) y el hombre al que cuidaba avisó a Cruz Roja mediante el aparato de teleasistencia. Una voluntaria de Cruz Roja llamó a una ambulancia, que lo trasladó desde donde se encontraba, una casa payesa en la carretera de Corona, a Can Misses.

"Mi hermano entró en el hospital sin poder hablar, no nos pudo avisar de que estaba allí", añade Paco. El lunes 14, esta misma voluntaria llamó a la trabajadora social de Can Misses para despachar otros asuntos y al final le preguntó por Andrés Martínez, ya que hacía tres días que no iba por la Cruz Roja. Fue entonces cuando la trabajadora social le contestó: "¡Si está congelado desde hace cinco días!". La voluntaria de la ONG llamó inmediatamente al hijo de Andrés y se lo dijo: "Tu padre está congelado en Can Misses". El hijo, que no podía ausentarse de su trabajo, le pidió que llamase a su tío Paco. Este salió corriendo y fue a hablar con la trabajadora social del hospital, cuyo nombre le había facilitado la voluntaria de Cruz Roja.

"No nos han buscado"

"Me dio la fotocopia del carné de identidad de mi hermano, ellos sabían dónde vivía", se lamenta Paco, entre la indignación y la incredulidad. En la dirección que figura en el DNI de Andrés reside su exesposa, una calle nada recóndita de la ciudad (cerca del antiguo retén de la Policía Local) donde los hermanos Martínez son bien conocidos porque es donde crecieron y donde vivieron sus padres: "Enfrente hay una tienda de comestibles y nosotros nos hemos criado con los hijos de la dueña. Solo tenían que preguntar por Andrés Martínez. Si nos hubieran querido encontrar, nos encuentran".

"Dicen que nos han estado buscando y no es verdad", lamenta Paco, que también insiste en que su hermano sí tenía relación con su familia: "Venía a desayunar con nosotros, a cenar...".

Paco descarta denunciar al hospital, bastante disgusto tienen ya encima, pero al menos quiere que se sepa lo que ocurrió, un relato muy distinto al que ofreció el hospital. "Con la mentira no puedo", agrega.

"He pasado un infierno"

Cuando Paco reclamó las pertenencias de su hermano en el hospital, le dijeron que debía demostrar su parentesco. Que ambos se apellidaran Martínez Lázaro no era suficiente. Así que Paco buscó en su casa y en la de su cuñada el libro de familia de sus padres, fallecidos, y tardó mucho hasta que lo encontró: "He pasado un infierno", confiesa. Paco pudo recuperar al fin los objetos de su hermano el martes, al día siguiente de haberlos solicitado: la ropa y su cartera con la documentación necesaria para saber quién era y para ponerse en contacto con algún allegado. "Y le habían registrado la cartera", apostilla Paco. Pero aún faltaba el final: dar sepultura a Andrés.

Cámaras muy antiguas

Paco preguntó a la trabajadora social de Can Misses si podía enterrar a su hermano y celebrar un funeral: "Me responde que ni se me ocurra, porque las cámaras del hospital son muy antiguas... Prefiero que no lo veas, me dice", recuerda. Así que el martes 15 fue a la funeraria para ver qué podía hacer para enterrar a Andrés, y le contestaron que tenía que llevarlo directamente al cementerio, que no podía haber velatorio ni funeral debido a que ya llevaba demasiados días fallecido. Fue del hospital al camposanto en una caja.

La familia de Andrés le enterró el miércoles 16 en el cementerio nuevo de Eivissa, junto a sus padres. Una semana después de su muerte. "He enterrado a mi hermano solamente con el carné de identidad. No sé si es él quien está ahí dentro", lamenta con amargura.

"Solo les pido que hagan algo para que no vuelva a pasar todo esto. Es muy fuerte. Que nadie más pase por el calvario que he vivido", agrega Paco, de 60 años.

El hospital ha abierto una investigación para averiguar qué ocurrió y buscar responsabilidades, según explicó el portavoz, que añadió que también se establecerá algún mecanismo para que no pueda repetirse una situación como esta nunca más.