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Opinión: Ruiz Mateos me sobornaba con vino, por Matías Vallés

Opinión: Ruiz Mateos me sobornaba con vino, por Matías Vallés

Antes que nada, procede curarse de complejos sobre el fallecimiento de un alborotador típicamente español. Todos los países cuentan con su Ruiz Mateos. En Estados Unidos lo llaman Donald Trump, y se plantean elevarlo a presidente. Por no hablar de Adelson. Rusia los denomina oligarcas, y los empaqueta a Siberia cuando desafían al Kremlin.

Si ya es difícil para un periodista no haber escrito de Ruiz Mateos, todavía resulta más complicado que el pícaro magnate pasara por alto la información en cuestión. Leía absolutamente todo lo que se publicaba sobre su persona, y obraba en consecuencia. No importa que la mención se produjera en este diario o en un medio nacional, el magnate telefoneaba para precisar o amenazar si estaba en desacuerdo. Desplegaba el tono evangelizador, de dulzona tozudez, que los más veteranos identifican con el opusdeísmo.

La situación empeoraba si la información era neutra, porque Ruiz Mateos remitía un tarjetón repleto de honores y títulos nobiliarios. El manuscrito venía acompañado de una botella de vino con el sello de alguna de sus bodegas. Incapaz para disfrutar sus caldos, me colocaba en una situación embarazosa, un soborno mínimo y de engorrosa devolución. Por ahí anda.

Ningún empresario piensa que puede comprar a un periodista con un par de botellas de vino, por mucho que la crisis haya degradado las tarifas de la corrupción. En Ruiz Mateos, el detalle era un mecanismo de control y otro ejemplo de la dedicación absoluta a su imagen. Ninguna referencia debía quedar en el olvido. El regalo era otra manifestación de su egolatría, la construcción del mito.

Mallorca votó mucho a Ruiz Mateos, con papeletas en las elecciones europeas y con hoteles de clientela europea que el gaditano pagó con papeletas. Su partido fue el más votado en los colegios del centro de Palma, cuando intentó la rehabilitación por las urnas en la que más adelante fracasaría Mario Conde, un Ruiz Mateos de diseño.

Sin embargo, la pasión mallorquina por Ruiz Mateos se desbordó en la compraventa ficticia de destacados hoteles del litoral. Los empresarios no solo se felicitaban por haber encontrado un candidato antes de la última resurrección del sol y playa. Además, interpretaban la venta como un acto de afirmación ultraconservadora. Vendieron por convicción patriótica, un fenómeno inaudito en un mallorquín y que significó un pésimo negocio. Hoy no deberían hablar de estafa, sino de sacrificio por un ideal superior.

He convivido por imperativo profesional con Miguel Boyer y con Ruiz Mateos. Se estaba más a gusto en compañía del primero. Era francés, después de todo. En Mallorca veraneaban los beneficiarios del saldo de Galerías Preciados y también reside Gabriel Escarrer, a quien odiaba el gaditano por haberse quedado a precio de saldo con los hoteles de Rumasa. El dicharachero Ruiz Mateos fue burlado en los ochenta por un hotelero mallorquín. Échale un galgo. O varios.

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