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Salud

Donar en vida, una cuestión familiar

El hospital de referencia ha realizado once trasplantes renales de persona viva desde la primera intervención de este tipo en octubre de 2010 en Son Dureta, y en nueve de ellos el donante era mujer

Gómez Marqués acompañado de Julio Velasco, coordinador de trasplantes del HUSE, Catalina Miralles y Catalina Picornell, madre y donante de la anterior. Guillem Bosch

No han pasado ni cinco años desde que, en octubre de 2010, se realizara en el viejo Son Dureta el primer trasplante renal “moderno” de donante vivo. Desde entonces y hasta el pasado mes de junio, ya en el nuevo hospital de Son Espases, se han realizado un total de 11 trasplantes renales con órganos procedentes de personas vivas. Y en nueve de estas donaciones altruistas la persona que se desprendió de su órgano era mujer, revela el nefrólogo Gonzalo Gómez Marqués, responsable de los trasplantes renales en el hospital de referencia de la Comunidad.

“La verdad es que en la década de los ochenta y principios de los noventa en Son Dureta se hicieron tres trasplantes renales con órganos de personas vivas. Pero estamos hablando de una técnica muy marginal, nada que ver con las intervenciones laparoscópicas (mínimamente invasivas) que se realizan en estos momentos”, explica el especialista.

La acreditación para poder realizar trasplantes renales de donante vivo, que certifica que el centro sanitario que los realiza cumple con todos los requisitos legales y de calidad para poder acometer estas intervenciones, fue otorgada por la propia conselleria de Salud en el año 2009. Y en octubre de 2010, pocos meses antes de trasladarse al nuevo hospital de la carretera de Valldemossa recién recepcionado, Son Dureta realizó el primer trasplante de este tipo.

“La donante era la madre y la receptora era su hija. Y aquí ya usamos en la intervención la técnica laparoscópica”, recuerda Gonzalo Gómez Marqués, que resalta que, frente a las operaciones abiertas convencionales, estas mínimamente invasivas son menos molestas para el donante ya que se acorta la estancia hospitalaria así como el tiempo de recuperación tras la intervención. “Una cirugía abierta requiere entre siete y diez días de hospitalización mientras que una laparoscópica permite dar el alta entre los 3 y los 6 días después de la operación”, concreta el nefrólogo.

Preguntado sobre cómo se puede emplear esta técnica -que normalmente usa los orificios naturales para acometer la intervención para extraer un riñón-, el especialista concede que, a la hora de sacar el órgano, “hay que hacer una incisión más grande. Pero, en general, se trata de una cirugía menos agresiva que propicia una recuperación más rápida”, zanja la cuestión.

Siete en un año

Volviendo a los trasplantes de riñón de donante vivo, el doctor Gómez Marqués explica que, de los 11 hechos hasta junio pasado, cuatro se han realizado en este primer semestre de 2015. “Y es probable que en el próximo otoño hagamos otros tres más. Tenemos actualmente a cinco parejas en estudio para ver si podemos llevar a cabo el trasplante. Y con tres de ellas es prácticamente seguro que lo hagamos en el próximo mes de octubre”, confía el coordinador de trasplantes renales del hospital de referencia.

Añade que si finalmente consiguieran realizar los siete trasplantes de donante vivo en este ejercicio, cumplirían con los objetivos que se ha marcado desde hace cinco años la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) y que pasa porque el 15% del total de trasplantes realizados se hagan con órganos procedentes de un donante vivo, no de una persona en muerte cerebral.

Volviendo al género de las personas que deciden dar el crucial paso de donar un órgano en vida a un familiar para que este puede llevar una existencia mejor, el doctor Gómez Marqués revela que, hasta ahora, de las once donaciones de este tipo, nueve han estado protagonizadas por mujeres y dos por hombres.

“Ha habido casos de donaciones de madres a hijos, de mujeres a maridos y de hermanas a hermanos. En los dos casos en que el donante era el hombre, cedieron sus riñones a su pareja y a un hijo”, recuerda el nefrólogo.

Preguntado sobre cuáles son las principales ventajas que hacen más aconsejable que el trasplante de un órgano proceda de una persona viva, el doctor cita en primer lugar el hecho de que el riñón procede de una persona totalmente sana ya que, en caso contrario, la extracción del órgano podría producirle al donante un perjuicio a la larga.

“Los riñones, por tanto, están en bastante mejores condiciones que en las que se encuentran estos órganos en un cadáver. También, el hecho de poder realizar la intervención de forma anticipada y programada mejora las cosas”, continúa haciendo referencia a que, en las donaciones hechas por personas que se encuentran en muerte encefálica, nunca se sabe cuándo se va a producir la donación y los equipos quirúrgicos trabajan a contrarreloj y a horas intempestivas.

“Por último, en este tipo de donaciones, al estar programadas, se puede empezar dos o tres días antes a dar la medicación al trasplantado para evitar el rechazo del órgano”, añade el especialista.

Posibles secuelas

Finalmente, preguntado sobre qué secuelas o problemas le puede originar al donante altruista el hecho de quedar el resto de su vida con un solo riñón, el doctor Gómez Marqués, señala las propias de este hecho, de sobrevivir con un solo órgano, y añade la de una posible hipertensión -“generalmente muy leve, de incidencia mínima y fácilmente controlable con la medicación de hoy en día”, tranquiliza-, así como la posibilidad de acabar desarrollando una insuficiencia renal a largo plazo.

“Pero el donante, en este caso, corre el mismo riesgo que la población en general”, concluye el especialista.

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