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Opinión

Túnez está demasiado cerca

Mallorca navega a medio camino entre Túnez y Lyon, focos donde ayer se desató una cadena de atentados yihadistas que cuesta atribuir a la casualidad

Túnez está demasiado cerca

Mallorca navega a medio camino entre Túnez y Lyon, focos donde ayer se desató una cadena de atentados yihadistas que cuesta atribuir a la casualidad. "País norteafricano" es un término tranquilizador, hasta que se advierte que la costa tunecina se tiende un poco más lejos que Galicia, sin necesidad de especificar el kilometraje.

Túnez está demasiado cerca. La playa ensangrentada es cualquier playa de los contornos. El atentado desnuda la confianza ciega que se deposita en el lugar de vacaciones. Los turistas están tan inermes como los enfermos de un hospital, y el todo incluido no contempla la necesidad de montar una barricada en la habitación, con los canapés y el resto del mobiliario contra la puerta por si asoma un kalashnikov. El terrorista portaba el fusil en la funda de una sombrilla, la otra estampa típica del turista que se afana por desplegar su torpe círculo de sombra en la arena.

Un avión belga da media vuelta cuando se aproximaba a las playas tunecinas de Sousse, y regresa a Bruselas al recibir la noticia de los atentados. La bruma se hace preferible al sol despiadado. Un terrorista suicida se inmoló dos años atrás en las inmediaciones, sin cobrar más vida que la propia. Los tiradores de ayer apuntaban al medio millar de turistas de un hotel de la cadena Riu.

Con siete establecimientos de la misma marca en Túnez, se atisba la magnitud que ha alcanzado la hostelería mallorquina en el mundo. También se detecta la fragilidad de la industria de los forasteros. En especial ahora que cada cuenta de Facebook, Twitter o Instagram se convierte en un altavoz de la tragedia. Es fácil tildarlos de temerarios en una geografía explosiva, cuando se habían guiado por la sabiduría estadística que anuncia que nunca cae una segunda bomba en el hueco de la primera, que hay que embarcarse en el avión que sigue al accidentado, que los 22 muertos del museo del Bardo cancelaban la probabilidad de matanzas posteriores. Si se ha vulnerado este precepto, quiere decir que los atentados en Túnez han pasado de aleatorios a sistemáticos.

La reacción local se ha tornado supersticiosa. Se acabó la deleznable celebración del conflicto balcánico como desvío de turistas a Mallorca. Ni siquiera se enuncia que un atentado es improbable en la isla, la tragedia no se debe mentar ni desmentir. No en la isla donde los responsables del 11M se reunieron una semana antes de matar a 191 personas en los trenes de Madrid, para recibir el visto bueno de sus controladores de Al Qaeda.

Desde Mallorca se contemplan los nubarrones de la tormenta lejana, sin certezas sobre la dirección del viento ni sobre la capacidad de frenarlo. La diferencia entre los atentados de Francia y Túnez reside en que los franceses mantienen fichados a los sospechosos en diversos grados. El responsable de la decapitación de Lyon tenía una peligrosidad media, cabe imaginar la potencia asesina de los líderes de la lista. La difusión planetaria del salafismo fue iniciada en un piso del Paseo Marítimo palmesano por el kuwaití Ahmed Brahim. Sus secuelas golpean a un hotel mallorquín en Túnez. La globalización es la distancia única. La distancia cero al núcleo del terror.

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