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Aniversario

Ochenta años manteniéndose sobrios

La organización Alcohólicos Anónimos, que asiste a unas 2.500 personas en las islas con 16 grupos de apoyo, cuatro de ellos en lengua inglesa y uno en alemán, celebró ayer su 80 aniversario renovando su compromiso

Un momento de la reunión de Alcohólicos Anónimos con motivo de su 80 aniversario celebrada ayer en la sede de la ONCE en Palma. M. Mielniezuk MALLORCA

"El alcoholismo es una enfermedad crónica sin tratamiento específico que está reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que es responsable de alrededor de 2,5 millones de fallecimientos anuales. Creada en 1935, nuestra asociación es, desde entonces, responsable de la recuperación de 75 millones de personas en todo el mundo gracias a sus grupos de apoyo, de los que 608 están en España, país en el que 1 de cada 10 jóvenes sufre una intoxicación etílica cada fin de semana y en el cada año fallecen 400.000 personas por esta causa".

Estos datos, aportados por el delegado Pedro, sirvieron de introducción para el acto con el que los Alcohólicos Anónimos de las islas quisieron celebrar el 80 aniversario de esta asociación que, resaltó antes la compañera María Ángeles, no exige el pago de honorarios ni cuotas a sus miembros, no muestra preferencias ni simpatías por ninguna formación política ni por alguna confesión religiosa ni respalda ni se opone a ninguna causa concreta. "Nuestro único objetivo es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar ese estado de sobriedad", destacó.

Para ello, en Balears están conformados dieciséis grupos de ayuda, cuatro de ellos en lengua inglesa y uno en alemán, en los que se asiste, se escucha y se arropa a unas 2.500 personas que se encuentran sometidos al poderoso influjo del alcohol, añadió el delegado Pedro, que emplazó a resaltar que Alcohólicos Anónimos "es la mayor asociación de autoayuda del mundo" que permite recuperar la dignidad a muchas personas y a sus familiares.

Tras estos datos tomó la palabra Biel quien, tras la tradicional presentación en la que admitió ante el auditorio su condición de alcohólico, relató su infierno particular del que ahora está saliendo.

"Tras varios años de consumidor social en los que era adicto no solo al alcohol sino a otras sustancias, entré en una espiral que me condujo a perderlo todo: mis ahorros, mis amigos, mi familia e incluso a mi mujer. La adición siempre ganaba la partida y llegué a un punto en que me di cuenta de que no podía hacer nada sin alcohol. Pensaba que era el rey de la fiesta y lo único que hacía era el ridículo", comenzó su relato Biel.

"Todo cambió cuando un lunes decidí llamar a Alcohólicos Anónimos y el miércoles siguiente asistí a mi primera reunión. Me sentí acogido con mucho cariño. Sentí que todos los participantes habían pasado por lo mismo que yo, parecía que tenían la capacidad de leerme la mente. Y también me llamó la atención la gente con la que me encontré en el grupo. Había gente muy normal, incluso con pinta de triunfadores. Y es que hay que tener bien presente que esto, con esfuerzo, se supera", concluyó el relato de su experiencia Biel.

Tras intervenir el compañero David, que recalcó que el único requisito que se exige para participar en estas terapias grupales es el de querer dejar de beber, tomó la palabra Lola para dejar constancia de su devastadora experiencia con el alcohol.

"Siempre me sentí diferente a todos y a los catorce años, durante las fiestas de mi pueblo, me emborraché por primera vez. El alcohol me ayudó a relacionarme, a bailar en la discoteca... Luego, junto con mi familia, nos trasladamos a Mallorca. Y los problemas se acentuaron. Era una inadaptada que no me relacionaba con nadie y lloraba frecuentemente porque no tenía a nadie que me comprendiera hasta que, cuando empecé en el instituto, encontré un antídoto a mis problemas: el alcohol", relató Lola su peripecia vital.

"A los dieciocho años me fui de casa porque no me sentía entendida por nadie y a los veinte tuve un hijo que no me ayudó a superar mi dependencia con el alcohol. Así que me perdí lo mejor de él tanto como de mi familia", admitió Lola las consecuencias de su adicción antes de concluir abruptamente su relato con un "no cambio un día bueno de los de antes (del periodo en el que estuvo dominada por la bebida) por uno malo de los de ahora".

Tras estas exposiciones, en muchos momentos cargadas de dramatismo y de silencios muy reveladores, los responsables de Alcohólicos Anónimos reafirmaron una de las primeras certezas a la que han llegado tras estos ochenta años de actividad y de autoayuda: que la mejor manera de mantenerse sobrios es ayudando a otras personas que comparten el mismo problema y que la clave de su éxito reside en que las sesiones de ayuda se establecen entre personas con un enemigo y un problema común: el alcohol.

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