Hubo retrasos, pero los típicos del frenesí veraniego. La huelga de controladores convocada ayer entre las 10 y las 12 de la mañana y de las 18 a las 20 horas de la tarde se saldo con menos de veinte vuelos atrasados, aunque casi exclusivamente por causas ajenas a la protesta de los profesionales de los centros y torres de control. Ayer volvían a la trinchera de la huelga por una guerra pasada, que sigue haciendo sangre: la que se vivió en diciembre de 2010, cuando el cierre del espacio aéreo durante el puente de la Constitución, atrapó a miles de pasajeros y acabó con las torres de control tomadas por mandos militares. Ahora, la sanción en el centro de Barcelona a 61 profesionales a los que el ente que gestiona las torres (Enaire) considera responsables de lo ocurrido, se salda con una represalia que tendrá su replica en otros tres días de junio (8, 10 y 12).

Si es como ayer, no hay problema. La guerra seguirá sin daños colaterales entre los pasajeros, que ayer se quejaban de que se les use siempre como "rehenes" y "prisioneros de huelga". Aunque ayer no sufrieron gran cosa. Ni en Palma ni en el resto del Estado. Los servicios mínimos del 70% activados para el paro bastaron para desinflar la protesta, para disgusto de unos controladores que deseaban liarla más: "Con unos servicios mínimos tan abusivos el impacto ha sido mínimo. Los hemos cumplido escrupulosamente, pero se impugnarán porque son abusivos y nos dejan sin poder ejercer el derecho a la huelga", resumía Mara Río, representante en Mallorca de Usca, el sindicato casi único de controladores.

El resultado fue que acudieron a su puesto en las torres españolas 617 controladores, algunos menos de los 955 habituales en un lunes como el de ayer, pero más que suficientes para garantizar la operatividad sin grandes quebrantos. En el caso de Palma, entre las diez y las doce de la mañana sufrieron retrasos reseñables apenas seis vuelos de llegada y otros tantos de salida. En algunos casos, la demora alcanzó las dos horas y media (como le pasó a un vuelo de German Wings desde Dortmund), aunque compañías, ministerio de Fomento y el ente que gestiona los aeropuertos coincidieron en atribuir estos retrasos a problemas de las propias aerolíneas o atascos operativos en distintos puntos de Europa. Tanto es así que en el caso de Son Sant Joan prácticamente todos los problemas afectaron a enlaces con Reino Unido y Alemania, que son los que de junio a septiembre dominan el cielo de la isla.

Y en los nacionales, también poco que destacar. La conexión con Barcelona (en teoría la más amenazada por la protesta, dado que allí es donde se aplican las sanciones de Enaire a los profesionales) salvo el día sin más retraso que el de un enlace en codigo compartido de Air Europa. Y no fue para tanto; tenía que llegar a las 12.35 y aterrizó a las 13.18, una demora similar a la que sufría la misma aerolínea a esa hora pero en sentido inverso, de Palma a Barcelona. Lo mismo le pasaba por la tarde a Vueling en la ruta catalana. Y a Air Berlin en la conexión con Bilbao. Pero siempre con impacto inferior a tres cuartos de hora. El retraso además se veía reducido en la mayoría de vuelos por las propias aerolíneas, que recuperaban en el aire lo que la huelga entorpecía en tierra, contribuyendo así a que el Ministerio de Fomento presumiera de que el paro se había saldado en todos los aeropuertos con una puntualidad de entre el 98 y el 100%. La huelga sigue mañana, el viernes y el domingo. Por ahora.