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La fiesta en paz

Prohibido prometer

El metro es un puente para un inexistente río: los viajeros.

El prohibido prohibir del Mayo del 68 está más pasado de moda que las batas de boatiné o los pantalones acampanados. Lo que mola, el lema que en periodo electoral debería ser un mandato constitucional y estatutario, es el prohibido prometer. Abajo los programas electorales plagados de la verborrea propia de charlatanes de feria. Arriba los políticos que hablan con claridad sobre las dificultades del camino. Que se callen quienes se dedican a alegrar el oído del votante. Que cierren la boca aquellos que anuncian edenes con ríos en los que mana leche y miel. Que tomen la palabra quienes, como Winston Churchill, son capaces de anunciar "sangre, sudor y lágrimas". Los primeros nos apuñalarán a traición. De los segundos sabemos que también nos clavarán la daga, pero al menos estaremos prevenidos.

Prohibido prometer y obligatorio razonar, dos objetivos para una renovación política.

En tiempos del franquismo se contaba un chiste muy malo, pero clarificador. Un político visita un pueblo y garantiza que construirá un puente para cruzar el río. Su éxito es clamoroso. Vítores y aplausos suenan durante diez minutos y sale de la plaza a hombros de los vecinos. Al día siguiente visita una villa vecina y sueña con reeditar el éxito. Repite la promesa del puente con más entusiasmo si cabe. Sin embargo, el silencio se extiende entre el auditorio. Ni un tímido aplauso. Ni un viva. Al cabo de unos segundos alguien se atreve a hablar: "Señor gobernador, aquí no tenemos río". Incapaz de rectificarse a sí mismo, la autoridad incompetente encuentra la solución para minimizar su metedura de pata: "Entonces construiremos un río".

Parecerá absurdo, pero aquí llevamos décadas construyendo ríos para que después podamos dotarlos de puentes. Por ejemplo, todos los partidos políticos anunciarán bajadas de impuestos, pero obviarán que para afrontar esta reducción primero los han subido hasta límites insoportables para las clases medias. Las únicas que tienen controlados sus ingresos. Las que desde siempre pagan tributos en una proporción mucho más elevada que su peso en el Producto Interior Bruto de país. Hemos construido un puente-metro sin tener los viajeros, que son quienes forman el afluente que lo haría necesario. El Palma Arena es el puente inútil y vacío de la falta de deportes de elite -el río- con los que darle sentido. El Palacio de Congresos presenta otras circunstancias. Es el puente que termina de construirse cuando el río de las grandes convenciones está medio seco a causa de la crisis.

Se nos prometerán mejoras en la sanidad y en la educación después de que hayamos recortado con saña los presupuestos en estos dos capítulos. Jurarán que construirán una pasarela de madera para vadear la corrupción, cuando este cáncer de la vida pública lo forma una riada que arrastra troncos y rocas que arrasan cuanto encuentran a su paso.

En estos tiempos preelectorales cada día llegan a la redacción decenas de comunicados de partidos que, por decencia periodística, acaban en la papelera. En un ejercicio de masoquismo, el jueves rescaté varios de ellos de su destino en Son Reus. El del PP se titula "El presidente Bauzá anuncia una nueva bajada de impuestos". El de Més se compromete a "triplicar la inversión en investigación e innovación". Por parte de los socialistas, Jose Hila promete "una ciudad más limpia". Los de El Pi aseguran que van a "desembauzar la cultura". Este último provoca una sonrisa hasta que recuerdo que dos de los tres mosqueteros del partido auparon a Bauzá a la presidencia del PP. Guanyem y Podem andan de asamblea para decidir qué hacer. Los recién llegados a Ciutadans aún no han tenido tiempo de redactar el programa, aunque, por los dos primeros nombres de su lista, deduzco que consistirá en votar a Bauzá y minusvalorar la lengua de mis padres.

Ya lo dijo don Francisco de Quevedo: "Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir". Son tan variadas y abundantes las promesas a los baleares de los partidos en esta primera cita electoral de 2015, que resulta evidente que las incumplirán sistemáticamente.

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