­Lo de siempre ya no vale. Lo descubrieron primero los hoteleros, que se han pasado los últimos años invirtiendo millonadas en especializar sus hoteles y reformarlos para ofrecer más calidad y facturar hasta un 40% más en algunos casos. Y lo están averiguando ahora decenas de empresarios de ayer y hoy, veteranos y recién llegados que han llevado a Mallorca a tres éxitos casi simultáneos. El primero lo leían el miércoles en este diario: por primera vez desde que empezó la crisis la isla aumenta su número de empresas en todos los sectores. Y con vigor. El segundo logro es incluso más alegre. Habla de cajas registradoras y beneficios: Mallorca y su sector servicios están marcando en los últimos meses los índices de actividad y de cifra de negocios más altos desde el inicio de la recesión, una mejoría tal que las empresas han vuelto este verano a cifras mejores que las del 2007, el último año de burbuja feliz antes de la gran recesión. Y tercero: gracias a todo ello, el sector servicios, el que engloba las actividades clave para Mallorca, se ha situado en índices de ocupación (puestos de trabajo) máximos desde el terremoto económico y financiero de septiembre de 2008.

Y lo mejor de todo: dinero llama dinero, ilusión llama ilusión. A ello apunta el hecho de que la confianza empresarial alcanza en Balears los niveles más altos de España. Incluso en otoño. Todo ello lo documentan las cifras del Instituto Nacional de Estadística, aunque basta darse un paseo por las calles de la isla para detectar que algo está cambiando. Y no solo porque haya manzanas en el centro de Palma en las que han abierto diez negocios en menos de tres meses, no. También por el hecho de que los que llegan renuevan. Son en muchos casos una nueva generación de empresarios convencidos de que lo de siempre no vale. Y no se dedican solo a la tecnología. Se entregan al comercio, a la restauración, a la logística o a actividades tan tradicionales como la venta de sobrasada, solo que lo hacen con un nuevo prisma, una forma de entender los negocios a la que incorpora a la lógica búsqueda del beneficio económico valores como la sostenibilidad, la responsabilidad social, la visión cultural o la solidaridad.

Aportan de paso calidad o especialización, combinando ofertas de servicios. Son librerías que venden café e idiomas. Restaurantes que ofrecen entrenadores personales que entreverán sus consejos con el menú del día. Son tiendas de ropa que atraen a clientes con teatros y conciertos. Restaurantes italianos de comida para llevar que no venden pizza. Son tiendas de dulces sin azúcar. Hoteles que anidan en galerías de arte. Son renovadores de lo de siempre, emprendedores atrevidos que en algunos casos crecen desde el primer día a ritmos de vértigo, pese a las trabas que unos y otros critican a una administración que, dicen, solo contribuye al éxito con zancadillas en forma de burocracia e impuestos recrecidos incluso para quien no ha empezado a facturar.

Zancadillas burocráticas

"La verdad es que cuando los políticos hablan de facilidades para el emprendedor te quedas alucinado... Porque para empezar todo te lo ponen difícil, desde la normativa a los permisos y los impuestos, o cuestiones como la de la luz: los negocios pagamos por la misma energía tarifas mucho más caras que las de los hogares. Pero bueno, nada de eso puede detenerte. Como me decía un amigo italiano: ´El niño tiene que nacer y luego ya veremos cómo lo criamos´. Si tienes un proyecto y las cuentas ves que pueden dar, lánzate" reflexiona Fabrizio Duilio, que, con su socio Valentín Pérez, abrió hace dos meses la vinatería Es Verol, en pleno casco antiguo. "De momento el negocio se mantiene solo", dice, satisfecho de la decisión tomada cuando trasladó el proyecto de Binissalem a Palma. "Allí pagaríamos un 30% más por el local, y aquí tenemos 280.000 clientes cerca". Así que su cabeza sigue bullendo, pensando nuevos reclamos, como los cursos y catas que ya han empezado a hacer. Que ya saben, lo de siempre, solo, no vale.

A unos metros le dan la razón en tres negocios distintos, que esa es otra: la efervescencia en algunos sitios es tal que a 50 metros de es Verol (ubicado junto a plaza den Coll, en Palma) han abierto en menos de medio año casi veinte negocios distintos. Uno de ellos es el de Cristina Pizá y Nano Chacártegui, que hace una semana abrieron en la calle Samaritana una tienda de ropa vintage, Hunk & Dory, en la que "ofrecen pocas prendas pero muy seleccionadas". "Estuve viviendo en Bélgica y allí y en otros sitios de Europa hay tiendas de estilo. Tenemos ropa de segunda mano, pero menos cantidad y mejor calidad. Nosotros traemos ropa de Londres, Bruselas, Italia...", cuenta Cristina, a la que le pasa lo que a casi todos los emprendedores de nuevo cuño, la mayoría jóvenes: que no para de pensar en ideas rompedoras para mejorar su negocio. "En la planta de abajo estamos montando algo muy dinámico. Habrá ropa, joyas, bolsos, artesanía y creación de productores locales, y tenemos la idea de hacer proyecciones y microteatro".

Al fin y al cabo, en el siglo XXI, lo raro es lo de siempre. "Hay que hacer algo distinto. Nosotros vendemos comida pero no queremos ser un restaurante", cuenta por ejemplo Eduardo Esposito, que ha abierto a unos metros de la calle Argenteria y la plaza den Coll un local de comida italiana para llevar en el que no hay pizza. Se llama Family & Food. "Hacemos comida italiana, pero también española. En vez de vender al peso, se hace por ración. Y apostamos por dar mucha calidad para llevar a casa, porque nuestro cliente objetivo, aunque estemos en una zona turística, es el residente. Abrimos en abril y la comida gusta. La gente vuelve".

Quizá por ello no le preocupe en exceso que a menos de quince metros hayan abierto en los últimos meses otra tienda de comida para llevar (El Gloobo) y una pizzería (sa Cova), que la zona bulle con nuevos negocios como la panadería delicatessen D'Horno, que ha hecho del pan artesanal y los croissants de receta francesa un reclamo de éxito. No es el único. De camino a Cort, al pie de calle Colón, en el callejón de Set Cantons se han puesto en marcha en unos meses tres negocios con un denominador común: el público infantil. Dos venden ropa y artículos para niños (La Estrellita y My Little Place) y otro se ha dado al colorín y el sabor para apuntarse a la moda de las cupcakes (esa especie de magdalena americana recubierta de dulce creativo).

Aunque lo tradicional vende igual. Pero distinto. Ni la sobrasada se ofrece ya de cualquier manera. Un ejemplo más,el de Embotits es Miracle, un negocio que hace esquina con la calle hostals (la de Can Roca). Ofrecen desde embutidos hasta aceite, pasando por su especialidad, el vermú. Y traen la mercancía de Asturias, León, Cataluña y, por supuesto, Mallorca. Solo que parten de una premisa: nada de intermediarios, todo se negocia con el productor y se busca el producto de gran calidad. Abrieron este verano y de momento van cubriendo gasto y sacando la cabeza. "El barrio (casco antiguo) necesita esto, que abran negocios, que haya vida, aunque el Ayuntamiento no ayuda nada. Lo tiene todo sucio y abandonado", lamenta Rosa Mascaró, que, junto a su socia Uta, aspira a ser uno de los negocios de éxito que le cambien la cara a la Mallorca de siempre.

Beneficio, sí; valores, también

Aliados tienen. En Palma y fuera de ella. En los comercios y en esas playas y paisajes convertidos en campo de acción de decenas de empresas especializadas en dar nuevos servicios a turistas. Y en los restaurantes, claro. Observen los nuevos. Ni sus cartas escogidas, ni sus precios ajustados tienen que ver con los menús de batalla de siempre. Y funcionan. Buen ejemplo es Virgen Extra, en la calle Cecili Metel. A unos metros de Hacienda y la plaza de España, José Ignacio Márquez, un cocinero de 37 años que ha aprendido con cocineros de estrella Michelín de media Europa, ofrece una comida a la que añade valores. Su menú mezcla recetas tradicionales con cocina de autor, y a todas les añade una idea: que cada día sus clientes puedan disfrutar al tiempo de buenos sabores y una comida equilibrada, todo con productos frescos y de temporada.

Resultado: se estrenaron el 28 de septiembre, con Mallorca preparándose para el invierno de los cierres, y en unas semanas han alcanzado la cifra de 47 menús diarios a mediodía. "La gente sabe que damos calidad y que lo que damos vale más dinero (tienen un menú de cuatro primero, tres segundo y postres por 11,95€ ), pero se ha abusado mucho en la hostelería en años de abundancia, con muchos albañiles de la cocina. Aquí tenemos otra idea, que va en línea con el cambio gastronómico de España, que cada vez se parece más a Italia, por suerte: se busca calidad, cuidar el detalle, preocuparse por las necesidades nutricionales del cliente, que es el centro de todo", explica con verbo apasionado. Y luego hace lo que todos los demás: bulle. Cuenta lo que está planeando, que no es otra cosa que seguir creciendo con lo que ha creado. Con lo que todos han creado. Con lo que ha devuelto a Mallorca a la senda del crecimiento.