Los niños se mantienen en silencio, expectantes, alucinados al ver a su director vestido de teniente coronel haciéndoles entrar en clase en filas, niños y niñas por separado. El director intenta adoptar un tono marcial, pero no le sale. Se esfuerza también en llamar a los críos solo por el apellido. Al entrar en clase se encuentran con los pupitres separados, un cura, dos monjas, dos profesoras vestidas de negro riguroso y cara de pocos amigos y, en la pared, un crucifijo y una foto en blanco y negro de un señor calvo con bigote. Bienvenidos a la escuela del ayer.

La escena se vivió el pasado miércoles en el colegio Santa Catalina de Palma, uno de los tres centros que colaboran con la Universitat Oberta de Majors (UOM) de la UIB en el programa Sharing Childhood, que trata de acercar generaciones y que los niños vean que las personas mayores pueden ser activas y aportarles mucho. Así, tras meses formándose y preparando el material, el pasado mes de septiembre los senior de la Universitat volvieron al ´cole´ para explicarles a los críos distintos aspectos de cuando ellos eran jóvenes y compararlos con la realidad de los alumnos de hoy. Y todo, integrando la experiencia en los currículos de las diferentes asignaturas, ya que estas sesiones, que se celebran cada 15 días, no son para contar ´batallitas´: hay que currar, asegura Carmen Orte, impulsora del proyecto y miembro del Grupo de Investigación y Formación Educativa y Social (GIFES). Así, los mayores ya han trabajado con los alumnos del colegio de Santa Catalina, el de Son Ferriol y el de Sa Indioteria temas como la infancia de entonces y ahora o los amigos e ídolos de una generación y de otra. Las próximas sesiones tratarán temas como los juegos tradicionales (se hará en clase de Educación Física) o el barrio (que puede tocar contenidos tanto de Lengua como de Ciencias Sociales).

La sesión de esta semana trataba sobre el colegio. ¿Y como era el colegio de su infancia? Franquista, religioso y estricto. Y eso intentaron transmitir estos profesores de la UIB y los alumnos de la UOM, con la colaboración del director del colegio, José Carlos Arévalo, a los alumnos de sexto de Primaria, intentando simular un viaje en el tiempo al 19 de noviembre de 1952, con disfraces y attrezzo de la época.

Para preparar la sesión, los estudiantes hicieron entrevistas a sus abuelos preguntándoles por su experiencia escolar. Los alumnos inmigrantes, mayoría en este colegio, pudieron entrevistar a ´abuelos adoptivos´, mayores del barrio que se prestaron voluntarios.

Una vez que se sentaron en clase (niños y niñas separados y ordenados por orden alfabético), Arévalo comenzó a explicarles cosas que provocaron en algunos críos caras de incredulidad, como cuando narró que al profesor, que estaba encima de una tarima, se le llamaba de usted, que había que levantarse cuando entraba, y que los niños no tenían nombres: solo se les nombraba por el apellido y al pasar lista debían levantarse y decir ´presente´. También hubo momentos para las risas, por ejemplo cuando el director se sinceró y les explicó lo mal que lo pasó la primera vez que fue a clase con niñas: "Aún recuerdo que me sacaron al estrado y me temblaban las piernas".

Los tres alumnos de la UOM que trabajan con este centro han tenido que desempolvar muchos recuerdos para estas sesiones, aunque hay cosas que las tienen bien grabadas. Antoni Contestí, de 73 años y, entre otras cargos, ex director general de la CAIB, ­rememoró por ejemplo que cuando la clase había acabado entraba el conserje, "el señor Calero", y decía: "Ha dado la hora".

El recuerdo que Maria Asunción Rosselló, de 65 años y vestida para la ocasión con hábito de monja tradicional, expuso fue el del día que la castigaron a estar una semana sin patio, historia que les explicó para demostrarles las estrictas normas de comportamiento que regían entonces. "Había un murmullo en clase, como el que hacías ahora vosotros, y Sor Antonia nos avisó y tocó la campana. Ese día estábamos revolucionadas porque frente a nuestro colegio estaban construyendo un teatro y seguimos hablando. Al segundo aviso ya nos nos castigó una semana sin recreo".

Carme Gimeno, quien con este programa ha vuelto a pisar un aula después de 44 años, consiguió encontrar por su casa bastante material de su época escolar: del libro de escolaridad con sus notas al cuaderno de labores. En todos los libros figura su nombre en la primer página, pero en castellano, claro: "Las clases eran en castellano, el mallorquín solo lo hablábamos en el patio", relató Arévalo a los niños.

Según Belén Pascual, profesora de Educación Social de la UIB, la sesión también pretende que los niños reflexionen y se den cuenta de qué pasaba en esa época de dictadura, señalándoles por ejemplo la pobreza de la población española : "Había habido una guerra, los niños estaban malnutridos y en el recreo nos daban un vaso de leche en polvo o queso", describió Arévalo, "vosotros seréis más altos porque, aunque hay gente que lo está pasando mal con la crisis, estáis mejor alimentados".

"Los niños tenían muchos deberes y pocos derechos", continuó. Cuando hicieron el repaso a la lista de asignaturas de antaño, Arévalo aprovechó para criticar cómo por aquel entonces las chicas hacían Labores ya que en los años 50 "se pensaba que todas las señoritas tenían que ser amas de casa: ¡suerte que ahora somos todos iguales!", recalcó. Les explicaron de forma simplificada también en qué consistía la asignatura de Formación del Espíritu Nacional: "Debíamos aprender la situación política del país y quiénes eran los gobernantes, tengan en cuenta que no existía la democracia en España". Se les indicó además que al principio de la clase estaban obligados a cantar el himno del Cara al Sol, del que les pusieron un fragmento: "Y se hacía un gesto con la mano", apuntó Contestí, "pero no lo vamos a hacer". En ese momento, un niño que algo había oído de gestos asintió y alzó el puño cerrado, sin saber que ese gesto precisamente franquista no era.

Estos estudiantes tienen todavía una concepción "abstracta" de la historia, no entienden muy bien cuándo pasaron las cosas y muchos no saben quién era Franco, apuntó el director del colegio, y por eso dieron pinceladas sobre la situación de la época y las consecuencias de la dictadura "pero sin insistir mucho en ello".

La estricta disciplina fue una de las cosas en las que más hicieron hincapié y una de las alumnas, llegada de Cuba hace medio año, les aseguró que en su anterior colegio todo funcionaba así: formar en el patio antes de entrar, hablar de usted, cantar el himno...

Los niños al principio se metieron en el papel y comenzaron la sesión en silencio sepulcral, pero en cuanto el director empezó a repartir las fotocopias con los ejercicios de caligrafía -"que entonces era muy importante­"-, se revolucionaron y Arévalo tuvo que llamarlos al orden: "¡Silencio, qué estamos en otra época!". Uno por uno los escolares probaron a escribir con plumín. Con la ayuda de ´sor Maria´ y de Sara Marí, alumna colaboradora de la UIB, los chavales comprobaron lo difícil que es escribir de esa manera. Aunque algunos superaron la prueba con nota, la mayoría tuvo sus dificultades: "¡No saben hacer la ´k´ minúscula!", se sorprendía Contestí.

Ninguno de los tres senior que participaron en esta sesión habían tenido una vida profesional relacionada con la infancia y están disfrutando con este programa, que se también se está llevando a cabo de forma simultánea y coordinada en Polonia y Turquía.

Ellos se muestran encantados con la experiencia, de la que también aprenden: "Disfruto con todo lo que me transmiten y espero que ellos disfruten de poder ver a las personas mayores como alguien cercano, me gusta hacer los trabajos con ellos", se entusiasma Gimeno, ex empleada de banca de 61 años que seguramente nunca imaginó que acabaría volviendo a un ´cole´ (y disfrazada de monja teresiana). Rosselló está sorprendida con la enorme diferencia entre los ´coles´ de hoy y los de su época -"no se parecen en nada"- y no encuentra adjetivos para describir todo lo que le aporta participar en este programa.

A los niños también les gusta: "Es interesante lo que nos explican y le hemos hecho entrevistas a nuestros abuelos", asegura Esteban, que prefiere estas sesiones a la clase normal. Le gustó saber cómo era la escuela de antes, pero tiene claro que prefiere "la de ahora". Por eso, él y todos se pusieron contentos cuando el directo dio la última orden: "¡Volvemos al siglo XXI!". Niños y niñas se mezclaron, juntaron los pupitres y empezaron a trabajar juntos.