Durante la operación quirúrgica la paciente, que no estaba dormida del todo, levantó espontáneamente el brazo tres veces. Según se desprende de los informes de los peritos, esta situación facilitó el error del cirujano, que con el bisturí seccionó el nervio espinal. El médico llegó a decir en el juicio que no llegó a ver estos movimientos espontáneos, pero que en cualquier caso era una situación muy habitual.

El tribunal, citando uno de los informes de los peritos, considera que la operación fue "exageradamente arriesgada", por cuanto los bultos no mostraban ningún aspecto maligno. Se identificaron como simples formaciones en los gánglios linfáticos. También cuestionan los jueces que durante la intervención el nervio estaba siendo seriamente agredido, hasta que se seccionó del todo, provocando graves secuelas a la paciente. A la mujer le perjudicó más la operación, que la presencia de los tres bultos.