El expresident del Govern Jaume Matas tiene la extraña virtud de enervar a muchos ciudadanos, incluido el juez de vigilancia penitenciara 1 de Valladolid.

Las mentiras, salidas de tono y chulerías de Matas han trascendido, para su pesar, a toda España. La ciudadanía sabe que el expresident del Govern no se ha arrepentido, ni un segundo, del delito de tráfico de influencias por ordenar a su director general de Comunicación que diera las máximas subvenciones posibles a su amigo y asesor Antonio Alemany.

A Matas le pierde su soberbia. Tuvo un tremendo patinazo en su rueda de prensa en la Colònia de Sant Jordi, cuando casi fue exculpado del todo por el Tribunal Supremo y donde ni mencionó su condena por tráfico de influencias. El pasado lunes 10 de noviembre volvió a desafiar a la Justicia al hacerse el perseguido y vaticinar que lo usan para "cazar" a Iñaki Urdangarin.

El egocentrismo ha arruinado al otrora todopoderoso president del PP balear. Más le valía estar callado, o, mejor todavía, pedir perdón por su mala conducta y gestión.

Matas, pese a las semanas que ha pasado en prisión, no es consciente de su condición de recluso, que le hace depender de la junta de régimen interno y del juzgado de vigilancia penitenciaria. Él siempre se ha guiado por sus relaciones políticas y ha sido una persona acostumbrada a mandar.

Toca obedecer, conviene no enfadar más a tus semejantes y tratar de pasar por un chico bueno, no por un pícaro.