El portavoz del Partido Popular en el Congreso descarta controlar en qué se gastan nuestro dinero los diputados. "Esto no es un colegio y los parlamentarios son mayores de edad", son los argumentos esgrimidos por Alfonso Alonso para eludir la fiscalización de los viajes con cargo al presupuesto público de sus señorías. El presidente de la misma cámara, Jesús Posada, le ha apoyado de forma pasiva: "Yo no pienso ejercer de controlador de la labor de los diputados". Pido la vez y la palabra para discrepar radicalmente de la opinión de sus señorías en la polémica abierta por los viajes a Canarias del presidente extremeño, José Antonio Monago.

Uno. No pongo en duda la importancia del trabajo de los diputados ni su entrega a la patria (sea cuál sea la que defiende cada uno de ellos). Sin embargo, me perdonará el señor Alonso, hay días que con sus pataleos, sus gritos y su absentismo de la sala de plenos, sí parecen niños de un centro escolar de primaria. Basta escuchar las admoniciones del señor Posada a alguno de los miembros de su prole política para asociar su imagen a la de un profe con los nervios alterados por una clase revoltosa.

Si se acepta esta teoría del no control de las personas mayores, pido que se extienda al conjunto de ciudadanos. No son niños, no están en el colegio, en su inmensa mayoría son responsables y, en consecuencia, es absurdo que Hacienda fiscalice sus declaraciones de la Renta y el Ayuntamiento controle sus pagos del IBI.

Dos. Defienden los compañeros de Monago que cuando un diputado viaja por asuntos de partido está haciendo su trabajo como representante del pueblo. Recuerde cómo se financian en España los partidos políticos: en un 80% el dinero procede de los Presupuestos Generales del Estado; en una parte pequeña de las aportaciones de sus militantes y simpatizantes; y en una cuantía difícil de discernir, de fondos ilegales. Si el Congreso acepta pagar desplazamientos de sus diputados para actos de partido están financiándolos por partida doble con parné público.

Tres. Los dirigentes de las formaciones políticas mayoritarias no quieren que sepamos mucho de lo que hacen nuestros representantes. Pero, mire por donde, a este escribidor le gustaría conocer si entre los ocho diputados y siete senadores por Balears hay alguno que cobra el suplemento de 1.800 euros como dieta de alojamiento pese a tener casa en Madrid. Es probable que todos sean muy estrictos y se alojen en una modesta pensión de la calle Huertas -tiene la gran ventaja de que está muy cerca del Palacio de las Cortes- Sin embargo, también podría suceder que alguno de ellos pensara que el suplemento por residencia fuera de Madrid es un sobresueldo que redondea lo que él considera un escuálido salario.

Cuatro. Gracias a la polémica protagonizada por Monago, algunos hemos descubierto que el Grupo Popular tiene asignados los asuntos de cada comunidad autónoma a algunos parlamentarios. Esta es, afirma el presidente extremeño, la razón por la que viajaba asiduamente a Canarias con cargo a las arcas del Senado. El populista político analizaba, según su versión, desde la situación de las Fuerzas Armadas hasta los problemas de la industria tabaquera ¿Cuáles son los diputados y senadores que se dedican -con poco éxito, todo hay que decirlo- a los asuntos de Balears? ¿Viajan asiduamente a las islas? ¿Era Vicente Martínez Pujalte uno de los diputados adscritos a Balears cuando, aun antes de su boda con una mallorquina, ofrecía ruedas de prensa de fin de semana en la sede del PP balear?

Cinco. La mayoría de los diputados y senadores cumplen una labor esencial en la democracia: votar lo que les indica su jefe de filas. Los ciudadanos lo saben y les aprecian. Sin embargo, para mejorar aún más este cariño popular deberían renunciar a ocultar en qué gastan nuestro dinero y ser claros y transparentes como un diamante pulido.