Quienes conocen a Mateo Isern saben que no va a tirar la toalla de su designación como candidato del Partido Popular al Ayuntamiento de Palma tan fácilmente. No se rendirá si cuenta con el mínimo resquicio para ganar el pulso, o acabar con el culebrón utilizando sus palabras, al que le han obligado José Ramón Bauzá y José María Rodríguez.

Si ha llegado hasta aquí y aún no se ha marchado a casa como habrían querido, por este orden, el presidente regional del partido y el de Palma, es porque está dispuesto a luchar hasta el final para conseguir repetir como cartel electoral en Ciutat.

Sabe que si finalmente decide presentarse a la elección será difícil que alguien esté dispuesto a enfrentársele, aunque aparentemente el alcalde tiene todas las de perder ante una Junta Territorial de Palma teóricamente a las órdenes de José Maria Rodríguez. Teóricamente, porque está por ver con qué apoyos reales contaría José María Rodríguez en un órgano integrado por más de cien personas, entre las que se incluyen los presidentes y secretarios de los quince distritos de Palma, seis representantes de Nuevas Generaciones, todos los concejales, los miembros del Parlament y del Consell de Mallorca de Palma, y los diputados y senadores palmesanos del partido.

Y suponiendo que alguien dé un paso al frente y se enfrente a Isern, deberá explicar por qué quiere arrebatar la candidatura a un alcalde cuya gestión despierta casi una unánime aprobación entre los suyos. En el caso improbable de que asistamos a una confrontación entre Isern y otro hipotético candidato o candidata, caso insólito en Palma, no hay que descartar, en función de los acontecimientos, un cambio en la estrategia de Rodríguez apoyando finalmente al candidato que ahora desprecia. Por eso don José María no se ha mojado públicamente por ninguna posible opción y lo último que permitirá es que Isern le gane la partida en su terreno.