El Tribunal Supremo ya ha probado (caso Scala) que el Govern de Jaume Matas se corrompía por una partida de sobrasadas mallorquinas, destinadas a promocionar los productos de las islas. ¿Cómo el hoy encarcelado y extodopoderoso president del Govern iba a dejar pasar de largo una mordida de decenas de millones de euros, producto de la mayor obra pública de los últimos tiempos? Nadie que haya visto como, para desviar fondos públicos, se inventaban decenas de informes sobre las materias más absurdas ("¿Vencerá China a la India en materia industrial?") o se contrataba a la esposa de una alto cargo para amenizar con arias de ópera veladas superfluas, va a pensar que no se sacó tajada, y de la buena, del concurso de Son Espases.

La historia que trata de reconstruir la incansable Fiscalía Anticorrupción tiene su punto ilógico, visto con ojos de personas honradas. Inicialmente, sospechan Horrach y compañía, Matas ordenó que el concurso millonario del sustituto de Son Dureta le fuera adjudicado a OHL, dirigida por el incombustible Juan Miguel Villar Mir. En pura coherencia ese trato de favor del exministro de Medio Ambiente tendría una contraprestación por parte del beneficiado. O al menos una promesa. Pero las cosas se torcieron y Villar Mir, pese a luchar con ahínco, no se llevó el gato al agua.

Siempre al olor del dinero, Matas y sus dóciles cortesanos habrían cambiado de rumbo al concurso y nombrado ganador a Florentino Pérez, la cabeza visible de Dragados. Este giro de la historia carece de explicación, salvo que apliquemos la doctrina del mayor beneficio posible, para los políticos, claro está.

No sabemos cómo acabará el caso Son Espases, pero otra adjudicación con ciertos paralelismos, Can Domenge, ha llevado a prisión a la expresidenta del Consell de Mallorca Maria Antònia Munar. Y puede dar más juego todavía.

El caso son Espases acaba de despertar. Ármense de paciencia.