Doce años han pasado desde que el entonces todopoderoso ministro de Medio Ambiente en el Gobierno de José María Aznar, Jaume Matas, sacara su batuta e iniciara un concierto de corrupción millonaria en torno al proyecto del nuevo hospital de Son Dureta.

Nadie, salvo el ahora encarcelado director de orquesta, y sus amigos constructores sabía que el vetusto Son Dureta no se iba a modernizar y que se iba a sustituir por un nuevo hospital, ubicado en Son Espases Vell, justo detrás del monasterio de La Real.

Matas empezó, en abril del 2002, a mover los hilos de aquella obra faraónica que, presuntamente, generó comisiones millonarias para los gobernantes del PP. El ya exministro, desde su sillón en el Consolat de la Mar, dirigió también el proceso de adjudicación de Son Espases (un pastel de unos 800 millones de euros) y dio las órdenes para que el concurso lo ganara su empresa favorita.

Han pasado muchos años y el hospital está ahí, con sus polémicos aparcamiento y emplazamiento.

A la Justicia, pese a los arrepentidos que, como la exconsellera Aina Castillo, no quieren ni en sueños pisar la celda, le va a costar mucho esclarecer la verdad de Son Espases.

¿Hubo varios ofrecimientos de sobornos millonarios para ganar la adjudicación? ¿Perdió el licitador honrado frente al concursante inmoral? Lo cierto es que fue un concurso no apto para menores y que dio mucho que hablar en los medios de comunicación.

La esperada querella de los fiscales anticorrupción, que no descansan ni en plena canícula, quizás sirva para poner luz en un caso, orquestado por Jaume Matas, que, pobrecito, está preso y sordo.